Il consigliere

Francisco Correa

Francisco Correa Europa Press

Por César Sampedro Sánchez (doctor en Historia).

Francisco Correa negó la semana pasada en sede judicial haber sido apodado como 'don Vito en el entorno empresarial y político de la trama Gürtel que estos días juzga la supuesta financiación irregular del Partido Popular. Ciertamente, un personaje como Correa me recuerda más a un hábil consigliere, que al capo protagonista de lo que para tantos es una película de culto, El Padrino.

Podríamos decir que interpretaría a la perfección al personaje de Tom Hagen, como en la obra maestra de Francis Ford Coppola lo hizo Robert Duvall. Correa era en definitiva para el PP de Aznar, un asesor de la familia, un conseguidor que figuraba en todas partes, también en las escenas más relevantes como la boda de la hija del presidente (que en estos días me retrotrae a la escena inicial de la primera película de la saga). En sede judicial está desmenuzando el sistema por el cual en el PP de Aznar, Cascos y Arenas se organizaba la financiación irregular del mismo, a través de comisiones de empresarios que aportaban al menos un tres por ciento de las concesiones en obra al partido a través de piezas internas clave, con personajes, como Luis Bárcenas, que en la película de Coppola se asemejaría más al rudo Clemenza.

Correa ha declarado abiertamente que su empresa trabajaba para el PP hasta el punto que pasaba más tiempo en la sede popular de Génova que en su propia casa. El personaje conoce bien la alta política, además de ser un experto en relaciones comerciales que, según explicó ante el tribunal, son relaciones personales. Se hizo millonario después de ganarse la amistad de políticos como Luis Bárcenas, Jesús Sepúlveda, Alberto López Viejo o Gerardo Galeote, a los que a estos días acusa de ser partícipes directos de la trama. De ahí escaló hasta lo más alto: la corte de Aznar, todopoderoso líder del PP, a través de su amistad con Alejandro Agag, ayudante del presidente del Gobierno desde el año 96. Alcanzó la cima de la gloria como testigo de la citada boda de Alejandro Agag y Ana Aznar en El Escorial. El ahora arrepentido ejercitaba como nadie y más que nadie un arma infalible para ganarse el favor del poder: la adulación y los regalos, de toda clase revelados en lo que hasta ahora hemos sabido de la trama.

La estrategia de Moncloa, de la vicepresidenta para todo y de María Dolores del Finiquito es decir ahora que todo esto pertenecía a otra etapa. Pero no podemos obviar que testigos que trabajaban en la sede en aquellos años aseguran que Correa deambulaba casi a diario por la planta tercera, donde se ubicaba el departamento electoral. Allí tenían despacho los citados Jesús Sepúlveda y Gerardo Galeote, pero también trabajaba por allí el entonces jefe de todos ellos, el vicesecretario electoral del PP, Mariano Rajoy, que fue nombrado para el puesto por Aznar en el año 91 y que dirigió las campañas electorales de 1993, 1996 y 2000.

Además de las municipales y las autonómicas del 95 y las europeas del 94. Las empresas de Correa organizaron todos los desplazamientos de los miembros de la cúpula del PP y montaron los mítines de todas las campañas desde el 95. Ahora todos dirán que es un personaje del pasado. Pero su sombra les persigue. Es como diría Mario Puzzo: una historia de familia.