Desintegración

Desintegración.

Desintegración.

Por Ángel Alonso Pachón

Llorar sobre los recuerdos dicen que es de timoratos. Llorar sobre las ruinas dicen otros es de rabia contenida.

El pueblo sencillo, aquel que no eligió nacer, aquel que no escogió la tierra donde vivir, aquel que con manos rudas y mirada firme quiso construir un futuro, aquel pueblo de apellidos y nombres cruzados… ese pueblo sencillo, comido por los organigramas políticos, manipulado como marionetas de divertimento, llora con la impotencia del timorato y con la rabia del traicionado.

Hemos creado espacios para la convivencia politiquera, espacios alimentados con salsas mitineras aplaudidas por la ignorancia… Hemos creado jardines del Edén donde poder contemplar desde las rejas los agraciados loteros de la política personalista y gremial.
Ese pueblo, que no quería más que vivir, ver crecer a sus hijos y morir, sino sonriendo, por lo menos en paz… ese pueblo está comenzando a odiar y lo que es peor a odiarse, porque los bien pagaos, rompieron sus lindes, se apropiaron de su futuro y convirtieron la convivencia en cónclaves selectivos… Reinos de Taifas modernos, mejorados por la experiencia del dolor ajeno.

Ya no hay disimulo, no hay prudencia táctica… el monstruo de la desintegración aparece sin ocultar su cara. La historia, la cultura, las costumbres, los principios se han convertido en rompecabezas que el pueblo, viejo, maduro y joven comienzan a no entender.

El poder de la insurgencia populista, con el consentimiento y permisibilidad de las llamadas estructuras del Estado, está alimentando la ruptura de aquello que millones de ciudadanos, de todo tipo de ideologías, habían construido durante siglos. Muchos no veremos caer las torres pero lloraremos al contemplar las grietas producidas por la insolencia absolutista, populista y demagógica.

Alguien, señores políticos, tendrá que rendir cuenta ante la historia, alguien -o mejor dicho muchos- porque también los silencios son culpables.