MIillán Astray y el rescate de la Historia

Placa de la calle dedicada a MIillán Astray en Madrid/ Wikimedia Commons

Placa de la calle dedicada a MIillán Astray en Madrid/ Wikimedia Commons

Por Juan Miguel Novoa, @MIGUELMCMURPHY

Sábado por la mañana en Madrid. La Plaza Mayor luce verde oliva y rojigualda en Ambiente festivo de chapiris, tambores, hermandades e invitados internacionales. Se reivindica así el intento de detención de la orden del Ayuntamiento que, con coartada de memoria histórica trata de borrar la mitad de los personajes que integran la misma.

Nos dice el Credo legionario que no se abandona un compañero herido en el campo de batalla. Obligación mayúscula, más si dicho compañero es el fundador del cuerpo y la batalla se está perdiendo. Sabemos que campos de batalla hay muchos, y el de la Historia es uno de los más importantes. Lo glosó el gran visionario Orwell -que hoy seria freelance maldito- explicando que el presente se obtiene conquistando el pasado y de ahí uno se puede lanzar confiado al futuro y su victoria.

La ley de Memoria histórica se revela en su aplicación, no como un resurgimiento del olvido de tantos que se han ocultado en el tiempo -cosa compartible por todos- sino como un nuevo sesgo que juzga quién debe ser olvidado y así dividir una población entre malos y buenos. Lo ejecuta una generación adanista, que se legitima a sí misma juzgando el tiempo y expulsando a los vertederos de la historia a aquellos que, en este presente absoluto, no caben en su cosmovisión. Tema sumamente delicado, pues el espíritu del tiempo se desliza en vertiginosa y caprichosa dialéctica, cambiando puntos de vista.

Si la ley de marras se utiliza para borrar a los malos, este crimen contrasta con el himno legionario cuando canta que de sus miembros “no importa tu vida anterior”. Paradoja interesante de dos puntos de vista contrapuestos: las biografías, sean personales o globales, de cada uno o de cada territorio, o se asumen o se indigestan. Si en el siglo XXI, tan maduro, no somos capaces de asumir el tiempo sin condenar a quienes lo forjaron, entraremos sesgando hasta Atapuerca, dejando mutilada la cronología y, eso es lo grave, arrojando un presente ininteligible. Los caballeros legionarios el sábado hicieron lo que debían: intentar rescatar a uno de los suyos. Nada nuevo, son la vanguardia que inspirarán a otros muchos que esperan rescatar a los suyos.