Promesas rotas

Redacción de un periódico en los años 40/ Wikimedia Commons

Redacción de un periódico en los años 40/ Wikimedia Commons

Por José Gabriel Real, @Josega90

Anoche me acosté con tres periodistas: Manuel Jabois, Arturo Pérez Reverte y Antonio Lucas. Después de leer varios enlaces pendientes, marcados con un corazón como el brazo de un marinero, me dirigí a la salida de Twitter como esas madrugadas en las que abandonas la discoteca en el instante más bullicioso y aburrido. Antes de cerrar por fuera, recalé en el perfil de Antonio Lucas y encontré una charla a tres bandas sobre periodismo y redes sociales. Desplegué la pestaña y dejé que el vídeo se cargara solo mientras me ponía el pijama. Estuve a punto de girar el portátil, avergonzado por el tamaño de mi pequeña biblioteca. Se acomodaron en los sillones, se sirvieron unas cervezas y se presentaron como tres amigos que hablarían de los temas de siempre pero con “bastante menos alcohol y más corrección política”. Me acordé de un viejo profesor de la facultad que se jactaba de no pisar su casa en sus años de reportero porque vivía a caballo entre la redacción y el bar. Jabois lamentó la injerencia de Twitter en la fragmentación y síntesis de los contenidos de los grandes medios. Me imaginé a los lectores como bebés a los que hay que darles la papilla de verduras haciéndoles el avioncito en cada cucharada.

Pérez Reverte criticó la falta de filtros, que según él, termina mezclando el ruido con la información. Lucas comparó los tuits con los aforismos de los ilustrados franceses. No le faltaba razón. Estoy convencido de que Diderot y Jean le Rond d’ Alembert habrían creado el hashtag #L’Encyclopédie para divulgar las reflexiones filosóficas de Voltaire o las teorías políticas de Rousseau. “Cada uno se fabrica su propio Twitter”, apostilló Jabois para repartir la responsabilidad de la red entre todos los usuarios. Los partidos políticos, aunque algunos intenten engañar al personal con asambleas y manos alzadas, concurren a las elecciones con listas cerradas. No podemos elegir a nuestros representantes directamente, pero sí podemos escoger a qué tuiteros dejamos revolotear por nuestro timeline. “Ya me conocéis, yo bloqueo. Toma hijoputa”, masculló Pérez Reverte dirigiéndose a sus interlocutores. En ese momento no supe si estaba escuchando al autor del Capitán Alatriste o al celebrity de Joaquín Reyes.

Las dos Españas también asaltaron la conversación cuando los ponentes comentaron los odios enconados que suscitan algunas columnas. Mencionaron la necesidad que tiene el poder de encasillar a cada periodista y muñir su relación con él en base a sus ideas. Los tres coincidieron en que los políticos españoles desdeñan la equidistancia, aludiendo al caso de Manuel Chaves Nogales, cuyos restos descansan en una tumba sin lápida en un cementerio de Londres. En su última alocución, Antonio Lucas reivindicó la dignidad del oficio y pidió abolir la figura del “eterno becario” con los aplausos del público sonando de fondo. Pérez Reverte recogió el guante y contó a los presentes que recibe muchos currículos de egresados que le piden ayuda y/o recomendación. Detuve el vídeo antes de que finalizara la charla, apagué el portátil y ahuequé la almohada. Pensé en los amigos de mi pandilla que viven de su oficio, del beneficio económico y personal que extraen de los conocimientos adquiridos durante sus años de formación. Cerré los ojos y apreté los dientes. En momentos como ése, en la oscuridad y el silencio de la noche cerrada, me hago la misma promesa incumplida tantas veces: no volver a escribir.