Unidades de medida

Por Félix Jacinto Alonso Holguín, @AlonsoHolguinFJ

Las unidades de medida son un constante en nuestro día a día. Somos esclavos del entorno digital: están en auge pulseritas que miden pasos, ritmo cardíaco, hasta el sueño. ¿Cómo contabilizan los sueños chungos?

España tiene sus medidas más populares, algo alejadas del sistema métrico y universal. Aquí nos fiamos más del buen sentido común de nuestra especie o no. ¿Quién no recuerda nuestras abuelas y madres en la cocina? Ahora los afamados concursos de cocina guardan escrupulosas medidas para los alimentos. Sin embargo, a la hora de añadir sal a un guiso, siempre aparece el pellizco de sal lloviendo por encima de los vapores que se elevan desde los fogones. Tres, cuatro o cinco dedos que portan una cantidad aproximada de cloruro de sodio -ClNa-, en ocasiones en escamas, yodada o con algún añadido como puede ser azafrán. ¿Has comparado el tamaño de tus apéndices con aquéllos del cocinero que, en sus ratos libres, también juega a la pelota en un frontón?

Recuerdo como en mi amado Cigales íbamos con el garrafón a comprar vino en la Bodega Cooperativa: una cántara, 16 litros, de un clarete impresionante... ahora se llama rosado y no se vende a granel por cuestiones de sanidad, sino embotellado o en “tetrabrik” -¿no había nombre más fácil?-. Vaya que nuestros mayores van cumpliendo años, gracias a Dios, a pesar de aquellos “peligros” que bebían.

La cerveza se ha popularizado mucho en estos tiempos. Ahora hay verdaderos artesanos que elaboran exquisitas fermentaciones. Las mediciones más aclamadas: quinto, caña, botellín o botijo, doble, tercio, mini, cachi... Esos términos son de uso frecuente en nuestro país. Cebada o trigo se medía por “remolques”. ¿Cuánto peso tiene esa unidad? Aproximadamente 8.000 kilogramos de continente. Alguna vez oí también el “vagón”, pero no recuerdo el peso exacto.

¿Y en el amor? El cariño se mide en grado superlativo siempre. Parejas, familia, amigos, todos escogemos el “te quiero mucho” con frecuencia; “cari o chiqui” para la pareja... y antes de que alguno se vaya por los cerros de Úbeda recordaremos el “te quiero un güevo” de gran predicamento entre la clase política de este país, que también ellos se “aman”... con nuestros duros.

La época estival es un intervalo entre el final de las clases de los niños y el comienzo del siguiente curso. Desde el ocaso de junio a comienzos de septiembre, transcurren un montón de días con los jóvenes lebreles corriendo por nuestras casas o al cuidado de los abuelos. Ahí interviene “rato”, “momento” o “después” como unidades para medir el tiempo. La vida diaria de los adultos -nosotros- son “20 minutos”, aunque desde casa al trabajo transcurra una hora y “pico” sin atascos. Unos piensan en “pico” de maquinaria manual para trabajar o gestionar tierra y/o piedras; otros miden el tiempo transcurrido desde que cruza el umbral hasta llegar al siguiente tramo. Algunos desconocen el segundo y ni quieren ver al primero.

El calor del verano siempre se contabiliza como el más alto desde hace 50 y “tantos” años. Eso trae otros peligros aparejados: el fuego. De un lado a otro de este planeta Tierra se producen incendios, habitualmente provocados por algunos humanos, que bien deberían de haberse pegado fuego ellos mismos, antes de fastidiar la naturaleza de todos. Las noticias comentan “se han quemado 100 hectáreas”. La Quinta superviviente de E.G.B., recuerda que una hectárea equivale a 10.000 metros. Los niños están más acostumbrados a visualizar las materias. Por ello, aproximadamente, podríamos decir que ese área quemada es parecida a 100 campos de fútbol de los más grandes: Santiago Bernabéu, Vicente Calderón, José Zorrilla,...

Hablando de fútbol, hay unos detalles que no puedo dejar de mencionar: euros. ¡Ay, esa moneda “uropea”! Los jugadores tienen unos sueldos importantes. Si bien, el mayor desembolso se produce cuando un equipo ficha a un individuo de otro. Este verano hemos oído que un club inglés ha pagado 120 millones de euros por un muchacho para dar pataditas a un balón, además de vender camisetas, calzoncillos, colonia, cuchillas de afeitar. ¿Nos hemos parado a convertir esos millones en nuestras añoradas pesetas? 120 euros equivalen a 20.000 pesetas, aproximadamente. Ahora traslada los ceros de millones y verás que han desembolsado un verdadero “pastizal” por la criatura: 20 mil millones de pesetas. ¿No es una “barbaridad”? Otros datos más “cercanos”: Gürtel, 120 millones de euros; ERE's, 6.200 millones de euros. Esto se nos va, mejor, se lo llevan.

Deberíamos de racionalizar más nuestra vida, tiempo, dinero, espacio y, sobre todo, cariño con el resto de seres vivos; especialmente con criaturas humanas de nuestra descendencia ya que, “tarde” o “temprano”, serán ellos quien deberán tirar del “carro” llamado España, Europa. Unos se preguntan cómo dejaremos ese planeta Tierra; en mi caso me cuestiono a quién vamos a dejar en él y cuáles son las enseñanzas aportadas para el futuro, si algún “momento” llega.