El gasto público y el servicio a los ciudadanos

Por Juan Fernando Ramón Sánchez

Aunque puede que existan otros mundos, seguro que se encuentran en éste, al menos de momento y hasta que podamos visitarlos, ya que deben de estar a distancias astronómicas. Tan grandes éstas como las cifras que reflejan el gasto público: en Extremadura cerramos el pasado año 2015 con el segundo mayor déficit del país, tan solo teníamos por delante a Cataluña en lo que a déficit se refiere. También somos los primeros en cantidad de puntos negros (carreteras con mayor concentración de accidentes) de nuestra bendita tierra, España, para que luego digan que no somos los primeros en algo. Aunque desconozco cómo llevaremos el déficit este año, soy optimista y creo que algo de gasto se está recortando, nada más hay que darse una vuelta por las diversas administraciones estatales y autonómicas y observar que el personal poco a poco va envejeciendo, y dependiendo de qué instancias visite uno, encuentra uno cada vez a más gente con achaques.

Aproximadamente el 60 por ciento de los funcionarios tienen más de 50 años, por lo que la tropa empieza a sentirse desmotivada, como diría aquel. Pero no sólo encontramos signos de recorte en el gasto público, también en la partida dedicada a contratación de personal, aunque haya demasiada gente en el paro. Uno de los signos más potentes que observo es el del timbre del teléfono de mi casa. Desgraciadamente es más que habitual que a las horas próximas a los relevos, los días que libra mi mujer (ella es auxiliar de enfermería en el paritorio del Hospital de Mérida) le soliciten la disponibilidad inmediata para prestar servicio o llegado el caso doblar en algunos turnos.

Tengo entendido que al resto de sus compañeras les sucede lo mismo, porque no hay personal suficiente, argumenta el encargado/a de turno. Ni que decir tiene que, si no hay personal para cubrir las incidencias que pudiera presentar la plantilla, el devolver el día trabajado o solicitar cualquier otro de los que en derecho corresponden, es como mencionar la soga en casa del ahorcado. Esto produce al menos un sentimiento de desmotivación y falta de rendimiento por el cansancio debido a jornadas laborales estresantes.

A la vista de lo expuesto, no llego a tener del todo claro si lo que se están recortando son gastos o son los derechos de los trabajadores y la atención a los ciudadanos a los cuales nos van acostumbrando a tragar con casi todo. Me gustaría ser más optimista, pero otra vez suena el teléfono, aunque esta vez contestaré yo.