El Chacho en la burbuja

Sergio Rodríguez, entrenando/ FEB/ EFE

Sergio Rodríguez, entrenando/ FEB/ EFE

Por José Luis Cuadrado

Las dos palabras que más aparecen en las informaciones sobre la pretemporada de la NBA son lluvia y burbuja. Lluvia de millones, de dinero, de dólares. Tan fuerte es el chaparrón que el nuevo contrato televisivo ha descargado sobre la mejor liga de basket del mundo que las crecidas están anegando hasta los bolsillos de jugadores que rozaban o directamente chapoteaban en los minutos de la basura.

Tanta humedad monetaria ha creado la consabida burbuja económica, que va absorbiendo todo el talento baloncestístico desperdigado por el mundo. Y ningún juego tan ligero y con las aristas tan redondeadas para vivir en una pompa de jabón como el de Sergio “El Chacho” Rodríguez.

Este curso no ha sido el mejor del base canario en el Real Madrid. Después de haberlo ganado todo con el club y con España y sin una pretemporada digna de tal nombre, tuvo que hacer frente a las bajas de Llull y Rudy durante demasiadas jornadas. Se multiplicó y su juego perdió frescura, capacidad de asombro: esa forma tan suya de sortear con el balón los movimientos contrarios en un lo ves y ya no lo ves. Pero lo más inoportuno fue la ruptura de la secuencia en pista de los bases, tan dominante en los pasados años. Comenzaba el partido Llul, acababa la primera parte Rodríguez, se sucedían las sustituciones necesarias entre ambos para mantener afinada la melodía y el choque se resolvía con los dos sobre el parqué.

Incluso en el último partido, el llamado a decidir si la liga se quedaba en Madrid o había que sufrir otra vez el infierno del Palau, la magia del “Chacho” pareció desvanecerse. Perdió cuatro balones mientras chocaba una y otra vez con la tela de araña que tejió Xavi Pascual en la zona del Barça. Pero en los últimos minutos, los que se juegan en el fango, los que separan a los hombres de los niños, como cinceló Trecet, emergió para clavar dos triples y asistir a Felipe Reyes para un 2 + 1. El "huracán" Llull se encargó de desmantelar cualquier resistencia azulgrana.

Sergio Rodríguez no ha parado de decir que sus cuatro años en la NBA no fueron una improductiva locura juvenil. Que le reportaron un mayor blindaje físico y mental. Sus temporadas en el Real Madrid no hubieran sido tan gloriosas sin ese purgatorio que no marchitó sus virtudes, sino que las afinó. Ahora apela al corazón y a la cabeza en su vuelta a Estados Unidos. Los “Philadelphia 76ers” son para él desafío y cálculo. Una reivindicación como jugador de talla mundial y una remuneración para encauzar económicamente el porvenir. Y luego esta su nuevo compañero Ben Simmons, el flamante número uno del draft, un tipo que como “El Chacho”, y el poeta, ama “los mundos sutiles, / ingrávidos y gentiles, / como pompas de jabón”.