Higiene en la red

Policías junto al camión que provocó el atentadoen Niza/ Franck Fernandes/ EPA NICE MATIN MAXPPP

Policías junto al camión que provocó el atentadoen Niza/ Franck Fernandes/ EPA NICE MATIN MAXPPP

Por Luis Cebrián

La noche del pasado jueves, 14 de julio, un descerebrado volvió a sembrar el terror y a cubrir las calles, en este caso de Niza, con sangre y cadáveres de gente inocente.
Sí, he escrito bien. He dicho descerebrado y no he errado el tiro, porque solo a un descerebrado o un zombi con el cerebro afectado por el mal del extremismo, sea este del tipo que sea, puede hacer algo así.

Desgraciadamente hay muchos. Algunos han llegado a la fase final y son zombis completos, otros van camino de ello y sus neuronas van muriendo poco a poco afectadas por variantes del mismo mal. Son esos que acaban siendo cómplices de los asesinos, y no hablo de quienes les dan cobertura logística, quienes les proporcionan dinero, quienes les facilitan las armas, ya que para mí esos ya son descerebrados completos. Me estoy refiriendo a aquellos que desde sus columnas periodísticos, comentarios radiofónicos o televisivos, atriles políticos, aulas universitarias (si, también en la universidad hay quien sufre esa dolencia), o redes sociales intentaran justificar a los hijos de puta.

Entre los últimos, los de las redes sociales, muchos serán los que lo hagan amparándose en el “valiente” anonimato de la identidad falsa, del trolerismo, del tirar la piedra y esconder la mano. Es solo cuestión de horas, Algún comentario absurdo veremos… No lo pueden evitar, están programados para ello (por cierto, antes de que mi trol de cabecera dispare a matar, me remito a la expresión del segundo párrafo… “sea del tipo que sea”).

Vayamos por partes. Justificar o intentar entender lo que ocurre basándonos en lo que ocurrió en el pasado. Para mí que es la versión macabra del famoso “y tú más” con el que los partidos políticos intentan tapar sus vergüenzas sobre la corrupción. Con el que los dirigentes de un país intentan disimular sus errores de gestión. Con el que, en resumen, todos intentamos justificar nuestras acciones o las acciones de nuestros afines cuando en realidad sabemos que son injustificables o vamos cortos de argumentos dialécticos que avalen nuestras tesis.

Pero en el caso de los ataques terroristas al carácter macabro del intento de justificación se le suman el mal gusto y en muchos casos la ignorancia. Mal gusto porque intentar siquiera justificar o entender al agresor cuando los cuerpos de las víctimas inocentes están aún calientes huele que apesta.

Ignorancia porque muchos de esos trolls basan sus afirmaciones en un reduccionismo histórico de buenos y malos sin pararse a pensar que a lo largo de la historia ha habido buenos y malos de todos los credos, creencias y colores y que precisamente si algo debiera de ser muestra clara de nuestra evolución es la capacidad de no volver a caer en errores pretéritos de responder a una acción pasada con una acción presente. Máxime cuando de lo que se trata es de la lucha de poder de unos individuos que quieren llegar a posiciones de poder al precio que sea.

Contra el anonimato anteriormente mencionado, y mientras no cambien las leyes, poco se puede hacer… O quizás si se puede hacer algo, aunque sea a título individual.
¿O acaso en su cuenta de Twitter no tiene como seguidor, o amigo, al típico ser que se presenta con un seudónimo y cuya identidad real es imposible de saber? Creo que todos hemos admitido la “amistad” de alguno de esos. Eso es lo que se puede hacer, bórreles directamente de su círculo de conocidos.

Al fin y al cabo lo que persiguen los troles industriales es causar la muerte social del disidente. Por medio del insulto, por medio de la humillación pública, del escarnio
¿Por qué no devolver la jugada eliminando socialmente a quienes utilizan el seudónimo como barricada para lanzar insultos?

Si todos lo hiciéramos, la existencia de esos antisociales informáticos estaría seriamente amenazada. Rechacen a quien se presente con un nombre absurdo. Reporte a la red social a quienes aparezcan o al menos den la impresión de estar utilizando una identidad falsa. Borren inmediatamente de su círculo de amistades a quienes hagan uso del insulto como arma dialéctica. Solo le va a costar un par de toques al botón del ratón, pero hecho en masa puede significar una gran diferencia para la higiene intelectual de la red.