Reino Unido, rectifican los sabios

Vista de una bandera de la Unión Europea/Kay Nietfeld/EFE

Vista de una bandera de la Unión Europea/Kay Nietfeld/EFE

Por Ángel Zurita Hinojal

Los grandes derrotados del brexit han sido los jóvenes. Sus padres y hasta sus abuelos y bisabuelos han decidido su futuro. No ha sido determinante que entre ellos -los comprendidos entre 18 y 34 años de vida- el 62% del voto haya sido pro-remain (entre 18 y 24 años el 75%). Ha triunfado por la mínima diferencia el miedo, el recelo, la xenofobia, la añoranza de lo que no fue, lo onírico, la nostalgia.

El 41% de los votantes mayores de 65 años que sienten como ellos no han tenido la fuerza necesaria para sumar a su 62% y evitar la catástrofe.

En términos de democracia, no importa que en la suma de ese exiguo 52% de votos pro-brexit sean determinantes los improductivos, muchos de cuyos emisores se solazan y viven demasiados meses al año en las soleadas costas del sur de ese continente al que han decidido volver a aislarlo.

Ya lo he escrito, pero me parece necesario insistir: los viejos han decidido el futuro, lo han mirado con la miopía inherente a sus vivencias acumuladas desde no menos de una centuria. Lo han hecho equivocándose: por ellos, por los británicos y, lo más lamentable, para todos los europeos.

Nada empece el respeto al axioma democrático de “un hombre un voto”, pero no se podrá tachar de antidemocrático al demócrata que todos llevamos dentro que se despertó el viernes con la noticia de que el 2% de los sufragios emitidos por los colegas británicos le había cambiado la vida no por 4 años sino para 40 o más.

Los canadienses saben de esa cara negra de la democracia que me parecen los referendos y Quebec no habría sido independiente con los resultados del brexit.

Por eso no me extraña que en el estado que comprende el país que reclama para sí la paternidad de la democracia moderna (no haré beligerancia en pro de la anterior maternidad de las Cortes de León), no hayan transcurrido ni 24 horas sin reacción: Movimiento que aglutina ya 2 millones de firmas reclamando otro referéndum. ¿Qué calificación cabría si esa tendencia se afianzara? ¿Sería un baldón para la democracia?¿Sería un avance democrático? ¿Sería, simplemente, una oportunidad para confirmar o para rectificar?

En lo que a mí respecta, con dos requerimientos: 1) Sí nuevo referéndum, para que el Reino Unido “se sensatice” por fin, para dejar de estar al sol que más caliente, para que asuma el papel que le corresponde en la vertebración de la Unión Europea y de la Europa a la que aspiramos y 2) Con otro inquilino en el 10 de Downing Street.