La selección vertebrada

Partido España-Turquía/EFE

Partido España-Turquía/EFE

Por Guillermo De Miguel Amieva

Nuestra selección nacional de fútbol cumple la orteguiana vertebración de comparecer al campeonato de Europa con un objetivo común (ganar); elegir a los mejores para la consecución del objetivo; y, finalmente, disponer de esos excepcionales recursos humanos para el equipo, eliminando los egoísmos individuales. La selección vertebrada, la roja, provoca una admiración que la perpetúa y al tiempo la opone frente a la invertebrada nación española que la sustenta.

Nuestra sociedad política no es como la Roja. También decía Ortega que en España, desde el Cid, nunca han gobernado los mejores. Carecemos de vertebración, porque no hay propósito común y, por otra parte, cada uno barre para casa. Es como si Iniesta se quedara en el córner chupando balón y haciendo malabares. Nuestra sociedad civil tampoco responde a este patrón. Desde la expulsión de los judíos no se valora el mérito ni el trabajo. La selección vertebrada es una ínsula en medio de un océano de envidias y deslealtades.

Soy un español del baby boom, una generación que no ha conocido ni el hambre ni la guerra, y aunque algún día pensé que podría vivir en una nación democrática y unida hacia un interés común, los años me han hecho escéptico. Por eso admiro a la Roja, porque aún me permite evocar, no el gol, esa sensación efímera de poder, sino el sueño de una patria mejor.