Las arrogancias del barro

Por Manuel Asur

Te gusta roer el aire libre, quebrar las esquinas del aliento, respirar el hueco planetario.

Eres horizonte de zapato, germen de uniformes alegrías, parásito de muros calcinados.

Aún vives del tiempo retrasado, del sombrío aliento de la noria, del detritus ensalzado.

¿Dónde ocultarás los rincones tumefactos, los dientes limpios fusilados, el vértigo de las estatuas giratorias, la tosca estrella estremecida, la ingravidez sonora de tus actos?

¿Dónde, fatua férula falaz, albarda nacional?

Aceptaste altares de murciélagos, kilómetros metódicos de lemas, antídotos como trompas de elefantes, letanías como patas de ciempiés, estupideces como cataratas de canguros, pulgas con dosis de infinito.

¿Sabes qué significa sacarle los ojos a un ciego, acelerar la muerte a un moribundo, venerar el veneno de las nubes, peinar los puñales de la espalda?

Tus soliloquios evocan placer nunca hallado, jardines de la noche más decrépita, soledades con perros de consuelo.

¿Qué palabras se acostumbran a tus sueños? ¿Qué seco llanto liberan tus pupilas? ¿Qué sordo galopar se te desploma en las horas sedientas del olvido?

Que nadie note tu volumen, tu frente sin rostro ni espacio, tu extraña geometría en la sangre vacilante del vacío.

La poesía se ensucia con tu nombre, nido oropel de las serpientes que crecen empequeñeciendo. Hablas y oyes para oírte. Fuerza servil de la soberbia. Ansia pútrida y feraz.

Apestas a convulsión de ventanilla. Tu boca, hedor a ventanilla. A ventanilla, las ingles de tus besos. Te enterrarán las sectas del Olimpo con baberos de moqueta y de miedo.

Nada te navega la mirada. Te resbalan los ojos transeúntes transidos de dolor y cementerios.

No hay ala que vuele en tu sistema, raíces alambradas de tristeza. Te esparces con el fuego de la espuma. Bufas igual que las ballenas. Te encoje el mundo amplio. Reclinas la cabeza y la masticas. Corifeo del círculo y del ángulo. Sectario universal ensangrentado.

Gusano de tribuna. Sádico retórico. Acróbata doctrinario. Bífido maniqueo. Cruenta hez. Profeta decadente. Fósil cicerón de los abortos.

Partitócrata. Subvencionado insecto de programas. Cornudo de conciencias. Contra la miseria, tu conciencia. Tétrico sicofante de conciencias, ¿cuándo te desconcienciarás? Tu conciencia, tu trabajo, tu máscara oracular.

Partitócrata de la muerte de otras muertes, traficante de cloacas, bien las regurgitarás, eructas cadáver, sanguijuela abanderada.

Las transparencias te delatan, sus sílabas matutinas, la punzante alba del poema.

Animal vespertino. Se te acabó el vómito. Se acercan los sotos limpios, las fuentes libres, las estampidas manantiales. Regresan los arroyos arrasando las arrogancias del barro.