Que ilusión nos vamos de votación

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy/Jorge Zapata/EFE

El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy/Jorge Zapata/EFE

Por Miguel Angel Villalba Saez

Pues si, que quieren que les diga, me hace ilusión. No me refiero a la campaña que seguro no va a aportar nada nuevo. Cada partido con sus latiguillos, con su interpretación errónea del 20D, con su autoexculpación del no acuerdo postelectoral y con sus demostraciones de poder mediante mítines a los que sólo acuden los ya convencidos, en recintos llenos de autobuses llegados desde cualquier parte. Tampoco espero mucho de los debates televisivos donde casi seguro se volverá a insultar a la inteligencia de los votantes, sobre todo de aquellos que no tenemos carnet de algún partido, con el "y tú más", sin aportar soluciones concretas. Si acaso alguna declaración de intenciones sobre algún problema eterno que todo el mundo está de acuerdo en arreglar pero que nadie especifica cómo.

Lo que me hace ilusión es el día de ir a las urnas. Se crea un ambiente festivo en mi barrio en el que muchos más vecinos de lo habitual nos encontramos, a la vez, por la calle o en la cola del colegio electoral. Se cruzan saludos, se conversa -de todo menos de política-, e incluso hay quien aprovecha para hacerse el aperitivo tras votar. Otros prefieren votar después de la siesta, darse luego un paseo por el barrio y dadas las fechas de esta convocatoria, tal vez refrescarse con un helado.

Puede que esta vez todo esto quede un poco descafeinado. Metidos en época estival es posible que ya haya votantes de vacaciones o de fin de semana en el apartamento, chalet o pueblo, el que lo tenga. Habrá fútbol, la Eurocopa que puede seguirse por TV, pero no esa liga que ata a los hinchas a su ciudad para ir al campo. Así pues, pocos o ningún complemento para maridar con una jornada electoral ya poco atractiva de por sí a causa del lamentable espectáculo vivido durante estos meses atrás. Huele a abstención.

Y hablando de espectáculos, a partir de las 20 horas se alza el telón dando paso a una pléyade de periodistas que inundan las cadenas de TV y que desde el minuto uno intentan analizar resultados, aunque al principio sólo estén basados en las encuestas a pie de urna.

Que muchos de ellos arrimen, de forma moderada, el ascua de los sondeos o de los primeros recuentos a la sardina de sus propias convicciones o a las de la mano que les paga, ya no sorprende a nadie. Que algunos de ellos, pocos, hagan análisis algo más radicalizados a las primeras de cambio y luego sean incapaces de rectificar cuando los resultados finales les contradigan, a mí, cuando menos me dibuja una sonrisa en el rostro.

Pero lo que me entretiene de verdad, prolongando el ocaso del fin de semana, es ese recuento oficial que avanza inexorablemente, con ciertos vaivenes al principio y poca variación conforme va aumentando el porcentaje de votos escrutados. Me gustan las estadísticas, los resultados, casi más que los propios hechos que los producen ya sean políticos, deportivos o de cualquier otra índole.

Porque los números nos hablan, dicen muchas cosas, son una ciencia exacta. Salvo en política, donde, dejando a parte batacazos o mayorías absolutas muy evidentes, resulta que todo el mundo gana. Y no sólo eso sino que al oponente le ha ido peor. Los números ya pueden decir misa que los secretarios de cada partido ya se encargarán de ponerlos a su favor agarrándose al argumento que más les convenga.

En cuanto al gasto electoral que se cifra en 180 millones de euros, si lo dividimos entre los 32 millones de votantes, salimos a unos 5,76 euros, lo que no me parece excesivo para un día completo con tanto entretenimiento. Hay bodrio-espectáculos subvencionados que nos resultan más onerosos y duran menos tiempo.

Estoy escribiendo estas líneas cuando a la más que decente actuación de nuestra representante en Eurovisión le acaban de dar, un año más, el varapalo correspondiente. En unos días empezará nuestra Españavisión, donde algunos líderes políticos se autoplagiarán repitiendo cantinelas que todos conocemos. Otros cambiarán las letras de sus canciones sin ningún rubor y a pesar de que las hemerotecas les recuerdan que pocos meses atrás cantaban estilos muy diferentes. Luego nos tocará votar a los sufridos espectadores y esperemos que, esta vez sí, gane España. ¿O se quedará en una ilusión?