Acerca del aprendizaje del habla (I)

Por Sigfrido Samet

Podemos purificar y reformar un lenguaje, pero no podemos crear uno da la nada; pues crear un lenguaje es pensar, y pensar es emplear el lenguaje.- Isaiah Berlin

Hacia 1932 -yo tenía tres años- estuvimos en Carhué junto con mis tíos. Yendo hacia el hotel, mi tía cantaba Organito de la tarde. Cuando llegó a “pero un día llegó un forastero”, le pregunté por el significado de esa extraña palabra. Me dijo como ejemplo: “Nosotros, aquí, somos forasteros”. ¡Ah, que felicidad! No éramos individuos del montón, teníamos una categoría especial: éramos forasteros. Lamentablemente nada pregunté acerca de “que el pianito junta a charlar”. Comprendí que “pianito” era el organito, pero creí que según “las viejas que todo saben”, era el organito quien se ponía a charlar.

Los chicos tienen un léxico reducido, y esto les ocasiona muchos inconvenientes. Uno de ellos es establecer analogías basadas en el sonido de sílabas similares. Por la misma época del párrafo anterior, tuve un repentino dolor de muelas. Mis padres me llevaron al dentista. Oí a mi madre decir: “Estamos en Azcuénaga”, pero yo entendí algo así como “escuélaga”. Mi padre dijo: “Tenemos que doblar en Sarmiento”(que me sonaba a “sarpicar” como dicen algunas señoras cuando fríen). Ya en la consulta, el dentista miró mis dientes, mientras yo lloraba. Mi madre me dijo (¿para calmarme?): “Mirá, el doctor se ríe”. Efectivamente, sonreía. Recuerdo vivamente mis sensaciones; las podría traducir así: “¡Claro! El H.P. se ríe porque me duele a mi, no a él”.

Los bebés imitan el “canto” del habla sin palabras. Después emiten sílabas, y con MA y PA, guiados por la ansiedad de sus progenitores, ya pueden formar dos palabras, las más importantes.

Según Vico, los hombres cantaron antes de hablar y hablaron en verso antes de hablar en prosa. Y Herder dijo que se hablaba con verbos antes de que hubiera sustantivos. Y que la aprehensión del lenguaje por el niño repite las etapas que recorrió la humanidad en el desarrollo del lenguaje, es decir que la ontogenia recapitula la filogenia. Esta formulación influyó a muchos científicos. En biología y como “ley de Haeckel”, esa recapitulación se verificaría en el embrión, e influyó profundamente en Freud. Sin embargo me parece probable que la ontogenia y la filogenia hayan seguido en cierto modo caminos opuestos. En la evolución de la humanidad, posiblemente se comenzó nombrando a cada objeto individual (al comienzo dentro de pequeños grupos humanos, difundiéndose poco a poco hacia otros); la formación de categorías debe haber sido un largo y difícil proceso de abstracción. En cambio, un recién nacido va recibiendo (de sus padres o de su medio) categorías ya formuladas y la percepción de cosas individuales carecen para él de significado mientras no sean instancias de una categoría.

Los chicos cantan (pero ¿quién compone las letras? Me inclino a creer que son adultos, que utilizan para ello su parte infantil) letras sin verbos y hasta sin significado alguno, como:

“al din don de la poli politana”

Sólo ritmo, minga de significado. Y luego sigue:

“un camión que pasaba por España”.

España es demasiado grande para decir que el camión “pasaba”. Pero, ¿qué le pasó al camión? ¿Se le pinchó una goma? ¿Entró en un garage?

Otro ejemplo de estas canciones, que Alfonso Reyes llamaba jitanjáforas:

A la lata

Al latero

A la hija del chocolatero.

No hay verbo alguno: nada sucede. Pero recuerda los nombres que se daban a muchas tiendas (“negocios”) en Buenos Aires:

“Al cristal de roca”

“A los dos chinos”

O al tango “ la gran muñeca”.