Cela y la colmena

Camilo José Cela junto a los actores Luis Escobar, Mario Pardo y Francisco Rabal en 1982/EFE

Camilo José Cela junto a los actores Luis Escobar, Mario Pardo y Francisco Rabal en 1982/EFE

Por Juan Pablo Sánchez Vicedo, @jpsVicedo

Este año tan cumplido de aniversarios nos trae a Camilo José Cela. El 11 de mayo hace cien años que nació y la Fundación Charo y Camilo José Cela de Iria Flavia se ha ocupado del asunto.

Cela dijo alguna vez que la vida no es buena. En la posguerra, mientras otros se dopaban con glorias imperiales, Cela se fijó en la realidad, esto es, en la miseria. CJC intuyó que la violencia, la iniquidad y la muerte eran verdades escandalosas e ineludibles. En 1942 sacó La familia de Pascual Duarte, una barbaridad rotunda que el viejo y temeroso Pío Baroja no quiso prologar. La querencia de Cela por lo truculento, el feísmo y lo indecente culminó en La colmena, donde no hay antifranquismo expreso pero sí un crítico escozor, un lamento sordo y una queja medio contenida que no escapó a la censura.

La novela cuenta las vivencias de un enjambre de personajes que esquivan la adversidad o hacen tratos con ella, caminando sin mirar atrás para no encontrar la torva mirada de la muerte, que hace poco ha arrasado España. Hablan, trabajan, fuman, caen, se prostituyen, sueñan, lloran, cantan, viven. La colmena nos lleva de unos a otros sin que apenas nos demos cuenta, bien guiados por la habilidad de su autor, cuyo estilo es eficacísimo. Su prosa fluye con frases bien cortadas, propias de un escritor con buen oído, quiere decirse que, verbalizadas, mejoran su efecto. La adjetivación tiene hallazgos de mucho mérito. Cela es uno de los autores en español con mayor habilidad para el adjetivo.

Un rasgo muy estudiado, y muy original para la época (luego ha tenido sus imitadores), es la aparente frialdad con que se describen escenas crudas, rasgo que algunos han tomado por crueldad. Si un perro es atropellado y su agonía atrae a los curiosos, encontramos esto:

“Unos basureros se acercan al grupo del can moribundo, cogen al perro de las patas de atrás y lo tiran dentro del carrito. El animal da un profundo, un desalentado aullido de dolor, cuando va por el aire. El grupo mira un momento para los basureros y se disuelve después. Cada uno tira para un lado. Entre las gentes hay, quizás, algún niño pálido que goza -mientras sonríe siniestramente, casi imperceptiblemente- en ver como el perro no acaba de morir...”

Es la actitud de un observador que toma partido por el perro, de cuyo sufrimiento no se mofa porque Cela, digan lo que digan, no es cruel ni, menos aún, sádico. Se ve su intención de que nos compadezcamos del animal y nos indignemos con los curiosos, en particular con el niño pálido (ese sí es cruel) que goza con la escena. Francisco Umbral, que leyó y trató mucho a Cela, comprendió su actitud: “Se ha dicho que Cela no ama a sus personajes. Lo cierto es que los ama demasiado y por eso los maltrata, como un niño a sus muñecos.”

La colmena es una de esas novelas que los críticos llaman “corales” por la abundancia de personajes sin que ninguno sobresalga demasiado. En una nota del autor a la primera edición se dijo que tenía ciento sesenta, pero estaban mal contados. José Manuel Caballero Bonald los censó y dejó la cifra en trescientos cuarenta y seis, entre ficticios y reales. Con tanto personaje era fácil confundirse, y Cela tuvo un lapsus con el nombre del limpia del café, al que nombró igual que el cerillero -Padilla- al menos un par de veces. Advertido por su traductora al alemán, Cela rectificó y bautizó al limpia -Segundo Segura- a partir de la cuarta edición española. Supongo que el error, mantenido en las tres primeras ediciones, habrá despertado el interés de los coleccionistas.

En febrero de 2014 la Biblioteca Nacional de España dio a conocer un manuscrito inédito, incompleto y fragmentario de La colmena recibido de Annie Salomon, hija del hispanista Noël Salomon. Fue encontrado por casualidad en la casa familiar, en Francia. La mayoría de las hojas están mecanografiadas, pero algunas tienen correcciones a mano e incluso tachaduras de CJC. Varias páginas tienen el sello de la censura. Son pasajes de una versión desechada, y algunos tienen un contenido más o menos pornográfico, quizá como señuelo para los censores y para intentar una transacción que salvara otros pasajes.

La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española preparan una edición conmemorativa que incluye ese texto en un apéndice. Se presentará en la RAE el 19 de octubre porque es la fecha en que la Academia Sueca otorgó a Cela el Nobel de Literatura, premio que, si bien no señala una obra en particular, nunca habría conseguido de no haber escrito La colmena.