Micro-política y despotismo paleto

Por Félix Francisco Sánchez Díaz

Los españoles experimentamos hoy en día problemas colectivos acuciantes, necesitados de solución política. Ahora bien, en su mayor parte dichos problemas han de sustanciarse hoy en día en entornos de decisión que superan a los Estados nacionales europeos considerados singularmente. La Unión Europea es una necesidad geoestratégica, política y económica. Sería tema de otra pieza elucidar las razones por las cuales la política europea tampoco está al nivel que se necesita.

Pero si los grandes temas políticos exceden ya el ámbito del estado-nación europeo, ¿por qué sería necesario mantener sus estructuras políticas? Lo que se hace hoy en día en España, lo que tanto debate suscita, no es política, no es la discusión de los grandes temas colectivos, que a los españoles tienden a importarnos poco, sino micro-política.

¿Qué es esto de la micro-política? La que se detiene en el control de aspectos tan individuales, privados e íntimos de nuestra vida como la lengua, la salud, la sexualidad, el estilo de vida o las preferencias culturales, y no aborda nuestros legítimos problemas colectivos en tanto que comunidad política. Nuestra intimidad se ha convertido en motivo de confrontación en la pugna por el micro-poder nacional, que se apoya en la dirección, por múltiples medios, desde la propaganda hasta el derecho, de aquello que nuestros abuelos ideológicos propugnaron en los siglos XVII y XVIII, como el ámbito de lo políticamente intangible. Nuestra libertad para autodeterminarnos, física, moral y espiritualmente, se ha convertido en el oscuro objeto de deseo de nuestros gobernantes, en ese botín por el cual creen que merece la pena morir y matar – políticamente hablando.

Este nuevo despotismo paleto se basa en ideologías ramplonas, en una imposible entronización de la igualdad material, en la invención de una lucha de los sexos o de los géneros, en la invención o construcción social de nuevos géneros (heterosexual, homosexual, transexual, intersexual… etc), en la defensa ideológica como derechos políticos de lo que son aspiraciones que se tiene derecho a tener y a luchar por alcanzar, pero no a que a uno se las den regaladas (tener una vivienda “digna”; obtener un trabajo acorde con el nivel de titulación que se tiene, que ya no se concibe como una aspiración que se obtiene con esfuerzo sino como un derecho que se ha de asegurar por el Estado), o bien meras comodidades o incluso directamente lujos (estudiar en el extranjero con beca del Estado, poder atender a un colegio privado con subvención pública, estar en disposición de elegir entre el desempleo y un trabajo temporal… y aun así preferir el desempleo…). El despotismo paleto nos dice que tenemos infinitos derechos de imposible satisfacción, y nos promete que el Estado los satisfará a cambio de que renunciemos a nuestra libertad y nos sometamos a una dirección estatal minuciosa de nuestra vida.