Pablo Iglesias, presidente del Gobierno

El líder de Podemos, Pablo Iglesias/Javier Lizón/EFE

El líder de Podemos, Pablo Iglesias/Javier Lizón/EFE

Por Alejandro Dorado Nájera, @DoradoAlex

En el ajedrez vence el que se anticipa a los movimientos del adversario. Hay que jugar pensando a largo plazo y no sólo en el movimiento siguiente. El buen ajedrecista debe estar dispuesto a sacrificar peones por un bien superior y jugar al despiste para que el contrario no pueda adivinar su estrategia.

De los cuatro protagonistas de este culebrón que han sido las negociaciones para formar gobierno, el que más tinta ha hecho correr es Pablo Iglesias. Apuesto a que es un buen ajedrecista.

La estrategia de Sánchez de cara a la investidura ha sido clara desde el principio: buscar la investidura con el apoyo de su grupo propio, Ciudadanos y Podemos -las fuerzas del cambio-, vetando a su vez, por su propia supervivencia, al PP y al grupúsculo secesionista.

Albert Rivera ha mostrado un perfil estadista, buscando el encuentro entre las fuerzas que llama constitucionalistas: PP, PSOE y Ciudadanos y marcando sus diferencias con Podemos.

La estrategia de Rajoy, conocedor de que sólo podrá contar con el apoyo de su grupo propio y, quizás, con el de Rivera, ha sido la de sentarse y tomar una taza de té mientras Podemos, PSOE y Ciudadanos se despellejan, para luego hacerse con la presidencia por encima de sus cadáveres en unas nuevas elecciones.

¿Cuál ha sido la estrategia de Podemos? Esta claro que, en un momento y con una aritmética que requiere cesión, diálogo y flexibilidad por parte de todos, Podemos quiere hacer ver que han buscado el acuerdo.

Pablo Iglesias es un experto en la construcción del relato. Sus ruedas de prensa, golpes de efecto y la forma en la que introduce conceptos en los medios y la opinión pública- casta, búnker o gobierno a la valenciana- harían palidecer al propio Billy Flynn, el avispado abogado encarnado por Richard Gere en la película Chicago, cantando We Both Reached for the Gun.

¿Ha buscado Podemos realmente el acuerdo? Hay argumentos suficientes para negarlo: la propuesta sorpresa de Gobierno a Sánchez, mientras éste despachaba con el Rey; las descalificaciones continuas al PSOE -ha llamado idiota a uno de sus presidentes, asesino al otro y el candidato actual no sería de fiar; o el hecho de que, mientras el resto de grupos negociaba, Podemos haya pasado por todas las formas de veto para, por fin, sentarse, calentar la silla y, a las 48 horas, irse dando un portazo. La reciente obsesión de Pablo Iglesias por el gobierno a la valenciana no haría sino confirmar esta falta de voluntad para el acuerdo: ese gobierno sólo sería posible si se negocia la la abstención de los secesionistas, algo impensable para el PSOE. Además, el mismo Podemos nos ha enseñado lo duro que es negociar una abstención.

¿Por qué Podemos no ha buscado el acuerdo con los socialistas, cediendo para conseguir el cambio posible, el que permite la aritmética, renunciando a maximalismos? Una posible respuesta es que Podemos esperaba que una repetición de las elecciones le diera mayor representación en el Parlamento. Sin embargo, las encuestas parecen desmentirlo y Pablo Iglesias endurece su negativa a facilitar la investidura de un presidente socialista. ¿Por qué?

Sólo se me ocurren tres posibles respuestas. Puede ser que Podemos no se crea las encuestas. O puede ser que nos guarde un golpe de efecto, de esos a los que nos tiene acostumbrados, que le haría recuperar posiciones en las elecciones de junio, como la alianza con IU, que aún así le dejaría lejos del PP.

Mi opción favorita, sin embargo, es que Pablo Iglesias sería un genial ajedrecista. Pablo Iglesias no estaría pensando en las elecciones de 2016 sino en las siguientes, jugando a largo plazo y adelantándose a los próximos movimientos de sus adversarios.

Lo mejor que le puede pasar a Pablo Iglesias es que en la repetición de las elecciones, sorpassando o no a los socialistas, un gobierno del PP fuera posible. No hay nada que fabrique más votantes de Podemos que las políticas de los populares, que tendrán que incidir en los recortes ante el calendario de cumplimiento del déficit marcado por la UE y la ralentización de la economía mundial.

Podemos, fiel a su estilo y sin alianzas ni cuentas que rendir en Europa, tendría manos libres para ser el azote del PP. Mientras, el PSOE, con mayor responsabilidad institucional, tendría que hacer oposición con los límites que le marca el ser un partido europeo y coherente con las restricciones que en la política nacional establecen la realidad económica e institucional en la que vivimos.

Tras una próxima legislatura popular, Podemos podría presentarse como guardián de las esencias de la izquierda, liderarla y, quizás, gobernar. Pablo Iglesias, presidente del Gobierno.

¿Y qué pasaría, tras otro gobierno popular, con la gente corriente que sufre hoy la emergencia social? ¿Qué será de esa gente que se levanta a las 7 de la mañana para ir a trabajar tras otro gobierno del PP? Como ya sabemos, todo buen ajedrecista debe estar dispuesto a sacrificar algunos peones.