Apatía política

El jefe del Ejecutivo en funciones y presidente del PP, Mariano Rajoy/Javier Belver/EFE

El jefe del Ejecutivo en funciones y presidente del PP, Mariano Rajoy/Javier Belver/EFE

Por David Barreira, @davidbr94

El circo de las negociaciones por conformar gobierno empieza a rozar lo exasperante. Mientras un día se alimenta la dimensión irreal del consenso y la voluntad de pacto con pírricas intenciones, las cargantes líneas rojas se consolidan cada vez más unas pocas horas después. Del buenismo y la política del amor made in Pablo Iglesias, se da paso a las chulescas ruedas de prensa donde se despliega toda la artillería. El bucle del postureo negociador en el que están sumidos los partidos políticos se alargará hasta el 2 de mayo salvo improbable bajada de pantalones por parte de algún actor principal.

Lo más desesperante es que existen soluciones plausibles y de fundamento para acabar con la incertidumbre y que se inicie el proceso de reformas que urgentemente necesita España; bien sea en forma de gran coalición, de tripartito PSOE-Ciudadanos-Podemos o de pacto a la valenciana. La política del ombliguismo aboca a la repetición de elecciones. Rajoy se mantiene en su táctica inmovilista de dejar pasar el tiempo y encomendarse a hacer reales los resultados que muestran las últimas encuestas. Sánchez esprinta en los metros finales hacia la Moncloa para intentar atrapar a un Pablo Iglesias que ha decidido resguardarse bajo el amparo de las bases podemitas. En un partido alocado de ida y vuelta, donde los ataques desarbolados se producen minuto sí y minuto también, Albert Rivera se configura como el mariscal del medio del campo, repartiendo –y no precisamente caramelos– hacia derecha e izquierda.

La primera vez en la historia de la democracia que es necesario un diálogo en profundidad para configurar un gobierno y el panorama no podría ser más desalentador. Otro hito más que tendría licencia para incorporarse a la prestigiosa marca España. Eso sí, la culpa de todos los males siempre la tiene el vecino. Así como reflexión de poco calado, pero que ronda por la mente de buena parte de la población, es que se debería hacer más hincapié en la palabra autocrítica desde que los niños pisan las escuelas. El salto cualitativo que daría la calidad democrática y social de nuestro país ayudaría a olvidar otros conceptos como el de vergüenza ajena. Si no que se lo pregunten a todas esas personalidades cuyos nombres aparecen en los Papeles de Panamá.

En esta coyuntura donde el tacticismo ha adquirido una dimensión desorbitada, la política se ha olvidado de su principal función: legislar y ejecutar lo que considera mejor para el conjunto de la sociedad. La incertidumbre no está afectando solo a nivel macroeconómico (ajustes a la baja en las estimaciones del crecimiento del PIB, pérdida de inversores…), sino que ha paralizado actuaciones destinadas a modificar leyes restrictivas aprobadas por la apisonadora popular en forma de mayoría absoluta.

Me refiero a la polémica ley LOMCE, cuyo objetivo es mercantilizar la educación universitaria con el "decreto 3+2", que reduce en un año las carreras para aumentar la duración de los másteres; además de programar más recortes e incluir reválidas en 4º de ESO y 2º de bachillerato. En un intento desesperado por conseguir su derogación, el Sindicato de Estudiantes ha convocado una huelga para los días 13 y 14 de abril. La también conocida como ley Wert entrará en vigor para el curso 2016-2017, por lo que el tiempo se acaba. El alumnado se ha visto apartado del primer plano de interés por culpa de las negociaciones de investidura y ya solo considera salir a la calle para intentar revertir una situación que augura un futuro poco prometedor en cuanto a oportunidades se refiere para un gran número de estudiantes.

Si no somos capaces de garantizar una educación pública de calidad para los jóvenes, ¿de qué nos servirá hoy erigirnos como una gran potencia económica y crecer al 3% anualmente si mañana vamos a ser una panda de analfabetos?

Reflexionen y pacten. Pónganse de acuerdo en lo fundamental y dejen el egoísmo a un lado. Nosotros ya hemos votado y no tenemos por qué volver a hacerlo.