Volvería a hacerlo

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera/Juan Carlos Hidalgo/EFE

El líder de Ciudadanos, Albert Rivera/Juan Carlos Hidalgo/EFE

Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm

A día de hoy, con un hemiciclo caótico dominado por la incertidumbre y unas nuevas elecciones cada vez más palpables, volvería a votar a Ciudadanos. Desde el pasado 20 de diciembre y después de haber visto y oído numerosas ruedas de prensa, reuniones y declaraciones, me doy cuenta de que Ciudadanos continúa siendo la opción más coherente y acorde con mis ideales.

En estos momentos de transición política, la capacidad de diálogo y el consenso han de imperar más que nunca en nuestros dirigentes. El Congreso de los Diputados se encuentra fragmentado y las mayorías absolutas son agua pasada, impidiendo así la imposición de la totalidad del programa electoral de no importa qué formación. Esto es lo que parece no calar en el frontispicio de algunos, que pretenden que sus medidas sean llevadas a cabo con apenas el 20% de los votos. Y es que, para adaptarnos a esta nueva era política, nuestros dirigentes han de saber ceder en determinadas cuestiones para así poder formar Gobiernos estables y con futuro. La ambición no es buena compañera en el viaje político, pues no permite ver al que peca de ella más allá del objetivo que persigue. En ese sentido, Ciudadanos ha demostrado ser, junto con el PSOE -todo hay que decirlo-, el único partido capaz de renunciar a ciertos puntos de su ideario para poder llevar a cabo otros que considera beneficiosos para España. Es lógico que tanto votantes de Ciudadanos como del PSOE estén disgustados con algunas de las medidas pactadas, pero es imposible que una legislatura sea del gusto de todos y cada uno de los ciudadanos. Sin embargo, hemos de hacer una valoración objetiva y global, y sólo entonces podremos aprobar o suspender el paso dado por ambos partidos, que nos guste o no, es hacia el frente. Negociar significa ceder, y al ceder abandonamos -sólo momentáneamente- algunas ideas que, si son buenas, acabarán sin duda por ejecutarse. Pero el mundo no se hizo en un día, y no se puede pretender -ni prometer- cambiar un país de la noche a la mañana.

Por otro lado, la ausencia de vetos por parte de Ciudadanos demuestra la altura de miras de la que gozan. Únicamente decidieron no sentarse a negociar con aquellas formaciones que en su programa prometieron romper España, pues sabían que un pacto con partidos nacionalistas pasaría por aceptar la celebración de un referéndum, y Ciudadanos nació en Cataluña precisamente para hacer frente al fraude y desenmascarar las mentiras del independentismo. Sin embargo, no se cierran a sentarse y trabajar junto a otros partidos, pese a que como es lógico, piensen diferente. Otros, con la prepotencia que les caracteriza, dicen que se sentarían con Rivera únicamente para decirle que no aceptarían pactar ninguna de las medidas de su programa.

Los desnutridos argumentos de las otras dos grandes formaciones para pronunciar un "no" carente de toda justificación posible, hicieron que la investidura de Sánchez fuese rechazada. Podemos no sorprende, pues ya hemos visto alguna que otra reacción pueril cuando no se les ha dado lo que han exigido. Sin embargo, me extraña que el Partido Popular declinara la oferta, ya que en esas 67 páginas de medidas, no muchas distan del ideario de los populares, que podrían haber tenido voz y voto en ese acuerdo si así lo hubieran deseado. Un acuerdo que desde el principio estuvo abierto a nuevas ideas, modificaciones y propuestas, pero que por desgracia, los otros dos grandes partidos lo repudiaron directamente sin intentar modificarlo, aún habiendo estado invitados a ello.

La ausencia de intenciones ocultas por parte de las personas que componen sus filas es otro de los motivos que me llevarían a depositar, una vez más, mi confianza en Ciudadanos. Pese a los diversos intentos de manipulación afirmando que Ciudadanos ha supeditado el pacto a la obtención de sillas, Albert Rivera no ha reclamado ningún ministerio ni se ha interesado por pelear con Sánchez la vicepresidencia -tan anhelada por algunos-, sino que lo único que ha motivado el pacto ha sido el deseo de que España tenga Gobierno y arranque así la legislatura. Los puestos a desempeñar no interesan en el seno de la formación naranja, al contrario que en otros partidos, donde antes incluso de hablar de medidas, ya se encontraba encima de la mesa un suculento reparto de carteras ministeriales. Sin embargo, es más fácil que algunos, con actitud engañosa, acusen a Girauta del chantaje que ellos practican. También es fácil cargar contra el único partido que se ha manifestado abiertamente a favor de un gran pacto por la educación cuando se abstiene en la paralización de la LOMCE, sin pararnos a pensar que es una decisión lógica pues ni hay Gobierno, ni existe de momento una alternativa pragmática a esa ley.

Convendría puntualizar que, si Rajoy hubiera decidido intentar la investidura, Rivera se hubiera sentado con él a negociar, pero resulta que está más confortable en su despacho de la calle Génova. Hoy, a Rivera lo llaman veleta, pero yo prefiero llamarlo valiente.

Por todo ello, volvería a votar a Ciudadanos.