Radiantes puntos de fuga

Exposición Alfonso Albacete/Marta Teixidó

Exposición Alfonso Albacete/Marta Teixidó

Por Marta Teixidó, crítica de arte

Galería Marlborough (Barcelona). Alfonso Albacete: JOC

La concepción del espacio dentro del plano bidimensional por parte del artista puede ser gestual, lineal, plagada de puntos y manchas de color, según la temática, el estado anímico o las emociones del momento. La razón de la técnica o el sentimiento de la temática pueden estar equilibradas o distantes, pero no hay duda alguna que la unión es incuestionable, sea cual sea el concepto escogido.

Esta pequeña introducción es absolutamente necesaria para comprender la obra más reciente de Alfonso Albacete, a través de la muestra que hasta mediados de Marzo presentó en la Marlborugh de Barcelona, bajo el título de Joc (Juego).

Un conjunto de piezas caracterizadas por dípticos, trípticos y cuadrípticos, en distintos formatos en los que destaca una obra perfectamente “planificada”, gracias a sus estudios de arquitectura.

Alfonso Albacete (Antequera, Málaga, 1950) articula su trabajo en torno a una gama cromática muy alegre, vitalista y vibrante, un juego lumínico radiante que da lugar a un diálogo recurrente entre un paisajismo de marinas y entornos urbanos y la figuración.

Desde principios de los años noventa, su trabajo se mueve hacia una iconografía basada en los tres géneros principales de la pintura -el bodegón, la figura humana y el paisaje-, y que se mantiene a lo largo de su trayectoria bajo la influencia del expresionismo americano, el Pop Art y la mitología, pasando su obra también por diversas etapas formales: la metapintura (En el estudio, 1979), el sensacionismo (Levante, 1982) y la pintura sintética (Serie 2 continentes, 1987), en la que se aprecia la influencia de Cézanne y de Diebenkorn.

En esta muestra se pudo observar la base citada, apreciándose nuevas incorporaciones, como el cuadro dentro del cuatro, y una singular concepción de la marinas, en las el artista huye del tradicional encanto bucólico, para incorporar elementos urbanos, un tanto abruptos que incluso hacen pensar en extrañas “pistas de aterrizaje”.

El espectador se ve envuelto en una obra donde destaca la sólida formación del artista, - interesantes algunos estudios anatómicos - en una pintura plagada de color y luces sorollescas, aunque en la mayoría de piezas, el artista quebranta la realidad, bajo un semblante figurativo, sin dejar de lado a una abstracción de gestos y manchas de color.

No obstante, aunque la temática de las piezas esté basada en el paisajismo, existen también elementos de lírico surrealismo, donde se percibe la soledad humana, a pesar de radiantes colores y luminosos ambientes, con un deseo intrínseco de libertad. La desnudez de sus figuras implica el afán del ser humano de ser independiente de toda hipocresía y del fingimiento continuo que imponen las consideraciones sociales.

Una exposición de un supuesto canto a la vida, optimista y radiante, en la que sin embargo, el artista pone de manifiesto que a pesar de las apariencias, se esconden soledades y ensimismamientos, deseos de zambullirse en universos de emancipación y de andar por espacios donde las apariencias no engañen.