La muralla de Israel

Por Manuel Asur

El erizo y la zorra es un libro de Isaiah Berlín que prologa Mario Vargas Llosa. Se basa en un fragmento de Arquíloco: "La zorra sabe muchas cosas y el erizo una sola, pero muy importante". Alude a dos tipos de pensamiento: uno bien ordenado, sistemático, riguroso, centrípeto; y el otro desordenado, astuto, agudo, disperso, centrífugo, la zorra. Vargas Llosa comete un error. Considera que en todo erizo hay un fanático y en una zorra un escéptico. Según él, el erizo cree haber encontrado una explicación última del mundo y se acuartela en ella sin querer saber nada de otras. Propicia el totalitarismo. Yo creo que no es así. La visión organizada, rigurosa y sistemática de cualquier sistema filosófico (Weltanschauung), nada tiene que ver con semejante interpretación. Al contrario, es visión crítica del mundo. Antidogmática. Vargas Llosa confunde teología y filosofía. También K. R. Popper se equivoca cuando califica a Platón de enemigo de la democracia. Confunde democracia con absolutismo democrático. De algo parecido voy a disertar, pero en torno a la génesis de la ley.

En su origen la ley es hija de la muralla. Del límite. El límite de la ley es el límite del muro que defiende la antigua polis. En tiempos de Roma, el carácter intocable de los muros garantizaba la unión del cielo y la tierra. Unión sagrada. Asaltarlos era delito. Sólo quien entraba por la puerta era digno de establecer alianza y amistad con los habitantes del cerco de piedra. En torno a estas edificaciones, la historia nos informa de numerosos ritos y ceremonias. Pero yo pretendo desgranar aquí la idea de límite. La recojo, muy parcialmente, de Eugenio Trías.

Concibe Trías la frontera como gozne, como espacio habitable, dada su condición de límite dinámico y transitorio. Límite sin el cual no es posible definir nada. Ni el contorno ni el horizonte. Ni el territorio ni la ciudad, ni siquiera el sentido y la razón de ser de todo lo que acontece dentro y fuera del espacio amurallado. Sin muralla es imposible entender nada. El límite configura el entorno, lo discierne. Discernimos cuando conocemos lo que somos a través de nuestros límites. Más allá todo se dispersa. Hay un vago azar con astucia de zorra. Por eso, escribe el filósofo catalán: "Los romanos llamaban limitanei a los habitantes del limes". En este limes acampaba el ejército. Gigantesco cerco habitable y cultivable. Los bárbaros y los extraños se sentían atraídos por él porque les abría el acceso a la condición cívica del habitante del Imperio.

Esto nos sitúa en la muralla o muro de Israel. Un muro con puertas que impiden drásticamente el terror. Y favorece que muchos palestinos entren a trabajar y vuelvan a Gaza todos los días. ¿Y quién, la zorra? Hamás. Especialistas en utilizar inocentes. Pero también el boicot, las desinversiones y las sanciones contra Israel de naciones mayoritariamente totalitarias, las siglas son BDS.

¿Qué es una mezquita? ¿No es a la vez espacio religioso y militar? En el islam, el imán posee ambos poderes. Son jefes teocráticos. Y causa estupor comprobar como los gobiernos occidentales son incapaces de exigirles una reforma para separarlos, como en el cristianismo. Occidente, instalado en el espectáculo de los bombardeos, cree más en la tecnología que en las ideas. Ideas que fomenten en el islam la posiblidad de elegir entre el Derecho Romano y la Sharia. Y contribuyan a que los imanes se dediquen a pensar más y a recitar menos. En los EE.UU., en los últimos diez años, las mezquitas se han multiplicado por tres. ¿Para qué pensar?

Todas las naciones afectadas por el terrorismo deberían tomar como modelo a Israel. El amurallado erizo israelita. En lugar de atosigarle, sostenerle en su empalizada moral y física sin preocuparse del qué dirán, "para aprovechar la sal de la vida", como proclamaba Arquíloco. La sal de ser políticamente incorrectos, de pinchar como erizos.

El caballo de Troya del salafismo ya ha traspasado los muros. Por tanto, o la raposa o Séneca:"Ius est in armis: opprimi leges timor". La fuerza de las armas hace al derecho, el terror ahoga las leyes.