Iglesias y el Comité de Salvación Pública

Rueda de prensa de Pablo Iglesias tras su reunión con dirigentes territoriales/Kiko Huesca/EFE

Rueda de prensa de Pablo Iglesias tras su reunión con dirigentes territoriales/Kiko Huesca/EFE

Por César Sampedro Sánchez, Doctor en Historia

Esta semana, Pedro J. en su última carta, como buen conocedor de la Revolución Francesa, se me ha adelantado en asimilar los últimos episodios en Podemos como una serie de sucesos que recuerdan al Terror jacobino de 1793. La defenestración fulminante del secretario de organización de Madrid, Sergio Pascual, convertían efectivamente a Pablo en un sucedáneo de Robespierre, manifestando que la máxima expresión de la virtud no puede ser otra que el terror, en este caso el terror político.

Monedero fue la última víctima del nuevo incorruptible. Juan Carlos, esa especie de Hebert que lideraba un Podemos indignado abanderado desde la Tuerca, como en su día hiciera el exaltado revolucionario desde Le Père Duchesne, fue sacrificado en aras de la buena imagen del partido, como así se ha dicho y hecho sobre Pascual. Por último, quedaba Errejón, que en su papel de “indulgente”, como lo fuera Danton, ha sido apartado y relegado al ostracismo en el desarrollo de una lucha intestina de poder.

Y es que Iglesias hace una interpretación personal del poder, donde no caben las fricciones, ni las sugerencias, ni siquiera de quienes hasta ahora han sido sus amigos, constituyó su propio Comité de Salvación Pública cuando hiciera el anuncio de que reivindicaba a Sánchez ante la prensa, después de su consulta ante el Rey, y sin antes habérselo hecho llegar personalmente, una vicepresidencia, y asuntos de tanto calado social como el Ministerio del Interior, el CNI, la Guardia Civil, el Ministerio de Defensa, el BOE y otros. Constituía su propio Comité de Salvación Pública para el asalto al poder. El enfrentamiento con Íñigo, con imagen gestual incluida si uno prestaba atención en el Congreso, se ha producido a propósito del No en la investidura a Sánchez. Pues el incorruptible no podía aceptar la entrada en el gobierno que no fuera bajo las condiciones impuestas a Sánchez, y por ello dinamitaba todos los puentes posibles con el PSOE en su intervención parlamentaria, interpretando un impostado dejávù sobre la Cal Viva, que indignaba a propios y extraños.

Podemos, que de alguna manera nació desde las plazas del 15M, donde los indignados marcharon y se integraron en diversas mareas, rodearon el Congreso y luego pasaron a los círculos morados, que como bien me señala un amigo, han desaparecido por completo en representación y en forma, ha quedado de esta manera sujeto a los devenires de un líder carismático. De alguna manera, Iglesias ha utilizado a los indignados como Maximiliem utilizó a los sans culottes o masas revolucionarias de París, aunque los 5 millones de votantes de la formación morada merezcan todo nuestro respeto, está claro que no así algunos de sus dirigentes. Termino de la misma manera, sólo le deseo a Iglesias, que no cometa los mismos errores que llevaron a Robespierre a ser detenido y ejecutado el 9 Termidor.