No son una minoría

Soldado del Estado Islámico/Reuters

Soldado del Estado Islámico/Reuters

Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm

Europa ha sido una vez más azotada por el fanatismo y la intolerancia, esta vez en pleno corazón de nuestra cultura. Las decenas de víctimas mortales hacen que los que creemos en la libertad nos sintamos violados y pisoteados por aquellos que no sólo no comparten nuestros valores, sino que los desprecian haciendo uso de la violencia y sembrando el terror en el seno de nuestras fronteras. Europa, dentro su consternación y dolor, vuelve a mostrar una vigorosa unión frente al terrorismo yihadista y muestra su total rechazo a los atentados. Una vez más.

En ciencias de la salud, la estadística inferencial supone la generalización de una hipótesis aceptada previamente gracias al estudio de una muestra que ha sido obtenida a partir de una población determinada. La inferencia sin embargo, es peligrosa y muchas veces mala compañera, pues puede llevarnos a extraer erróneas conclusiones. Con este símil podemos afirmar, fijando la mirada en el terrorismo yihadista, que la generalización es una actuación muy peliaguda que puede no reflejar del todo la realidad que nos rodea. Por ello no podemos culpar a toda la comunidad musulmana de los deleznables actos perpetrados por un colectivo determinado. Sin embargo, tampoco podemos subestimar a Daesh argumentando que se trata de una minoría, pues ya desgraciadamente no lo es.

Para hacer frente a la amenaza terrorista, hemos de abandonar el pensamiento simplista y adoptar una visión de conjunto. Por un lado, hay que valorar el origen del problema. Esos países inestables políticamente, sumidos en terribles guerras fruto de las dictaduras a las que han sido sometidos durante años, son el perfecto campo de entrenamiento de aquellos soldados que luego, gracias a la libre circulación de personas, regresan entrenados y preparados para atentar en nuestra propia casa, que en muchas ocasiones, es también la suya. Así es, los terroristas que matan en nombre de ISIS son en su mayoría europeos, nacidos en Europa y captados gracias a unas redes perfectamente calculadas y estructuradas.

El Estado Islámico es, según numerosos expertos, la organización terrorista más rica y peligrosa a la que jamás el mundo se haya enfrentado. Sus armas van más allá de los kalashnikov y las bombas, y por ello hemos de ser conscientes de que muchas de ellas son más peligrosas que un simple fusil. Para empezar, disponen del vil metal, aquello por lo cual mezquinos Gobiernos son capaces de vender a sus ciudadanos. Gracias a la venta de petróleo, la extorsión y demás menesteres procedentes de países sin escrúpulos, consiguen ingresar ingentes cantidades diarias de dinero en su organización, lo que les da poder para la lucha no sólo armada, sino también digital. El terrorismo 2.0 es una de esas principales redes y por tanto ha de ser tenido en cuenta a la hora de luchar contra ellos, pues en esta guerra, las redes sociales y la propaganda digital gozan de un protagonismo crucial al ser la vía más importante de captación y difusión de su falso mundo e ideología, que en malas manos pueden llegar a radicalizar una mente vulnerable, que como digo, en su mayoría es occidental y sin recursos que le permitan llevar una vida acorde con las de su alrededor. Los barrios marginales -véase Mollenbeck-, donde la delincuencia a pequeña escala está a la orden del día, son el caldo de cultivo perfecto para futuros terroristas. El yihadismo ha situado pues su objetivo en aquellos puntos estratégicos de nuestra geografía donde se asegure una captación rentable y exitosa de futuros soldados que, aprovechándose de las libertades y del Estado de derecho, regresan y siembran el terror esquivando a nuestras fuerzas de seguridad.

ISIS ya no es una organización terrorista, sino que ha logrado instaurar una estructura de Estado en los países en los cuales controla territorio, y cuanto antes lo aceptemos, mejor. Un estado represor y radical, en el cual se adoctrina a los niños desde que nacen haciéndoles ver que el único camino que pueden tomar es el de la guerra que ellos, los radicales y fanáticos, entienden como Santa. Lo militar y armamentístico es, por tanto, su forma de vida y alrededor de lo que pivota su existencia. La religión pasa entonces para ellos a un segundo plano, pues la mayoría de los que atentan contra nuestras libertades en nombre del Islam, no conocen ni han practicado nunca la religión en cuestión.

La solución a esta problemática es compleja, y ha de empezar por la verdadera unión de Occidente. Los servicios de inteligencia y militares han de trabajar conjuntamente, evitando las trabas que suponen las fronteras. Europa ha de dotarse de una política antiterrorista y migratoria común que otorgue fuerza en la lucha antiterrorista y gracias a la cual se asegure la libertad que tanto costó a nuestros antepasados conseguir. Cuanto antes dejemos de remar cada uno en un sentido, antes derrotaremos a los que pretenden hacer del terror nuestra forma de vida.

Lo que está claro es que ISIS dejó de ser hace tiempo una simple organización terrorista. No son una minoría.