Solo es el mal

Por Ángel Zurita Hinojal

Una mujer joven (unos 32 años), seguro que maltratada y asqueada por la vida que le tocó vivir, pero con la lucidez de dejar una nota aclaratoria de su propósito suicida, sin cobijo ni lugar más apropiado para llevar a término su fatal decisión que el parque donde lo hizo…

La fatalidad, que debió ser la compañera de los pocos años que esa mujer malvivió entre sus semejantes, quiso que no pudiera morir en las míseras condiciones que asumió.

Tomó una cantidad masiva de antidepresivos y escribió en su mente su axioma vital “la suerte está echada” que fue burlando mientras supo y pudo.

Pero la amargura y la desgracia quizá existan para ensañarse con los amargados y los desgraciados y el frasco de las esencias de ambas acertó a pasar por el lugar -o tal vez acechaba- y decidió volcar su amargura y su desgracia sobre la extenuada amargura y desgracia de alguien que cuyo fin quiso y asumió derrotada en sin par batalla. ¡Un hijo de puta, vamos! Y, para calmar su instinto de mal nacido, maquinó echar vinagre sobre la hiel para aprovecharse de la absoluta indefensión, del extremo abandono de alguien que se había rendido sin condiciones pero sin imaginar que hubiera algo más que pudiera aguantar y que se le pudiera deparar.

Ocurrió en Sevilla, en su Parque de María Luisa, en hora por determinar de la amanecida del miércoles 24 de febrero. El cuerpo de la desgraciada se halló cadáver a las 10. Ya se ha determinado que primero fue el envenenamiento y después la violación.

No recuerdo haber maldecido nunca y me satisface que la primera vez sea hoy: ¡Mal rayo te parta, hijo de la gran puta! ¡Que tu alma se petrifique en el infierno! Ah y que antes te encuentre la policía y que te pudras en la cárcel condenado con la llamada cadena perpetua revisable.