Los límites éticos de la investigación genética

Por Pedro Peral

A primeros de febrero la Autoridad de Embriología y Fertilización Humana del Reino Unido dio el visto bueno a un grupo de científicos, liderados por la estadounidense Kathy Niakan, para modificar genéticamente embriones humanos. El 3 de febrero de 2015, el Reino Unido aprobó también la creación de embriones “de tres padres”. Existe hoy en día una contumacia en la manipulación de embriones.

La autorización conseguida está sujeta a la condición de que la manipulación sea aplicable exclusivamente para fines de investigación. “Sin embargo, lo anterior indica que esta práctica no apunta hacia “la curación de enfermedades‟, cosa que también sería manipulación, sino a la experimentación con ellos para “conocer sus posibilidades y limitaciones‟”, afirma Mariano Calabuig, presidente del Foro de la Familia.

Hay que recordar que el embrión es un ser humano más, con sus capacidades, posibilidades de desarrollo y unicidad. “¿Y si durante la investigación‟ descubren algo de lo que pueda obtenerse un beneficio? ¿Lo dejarán como tal o intentarán “patentarlo‟ para obtener una posición de dominio en el mercado? En este sentido, hay que recordar que en el caso de Greenpeace contra Brüstle, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea el 18 de octubre de 2011, dictaminó la no “patentabilidad‟ de la investigación con embriones”.

Mariano Calabuig afirma que “no todo lo que se puede investigar se debe investigar. Existen unos límites éticos a la ciencia que protegen al más desfavorecido y evitan que se pueda sacar beneficio de la manipulación de la vida humana”. No faltan, por desgracia, iniciativas científicas y legislativas que contemplan la producción, mediante las técnicas de reproducción asistida, de embriones humanos para ser “utilizados‟ exclusivamente con fines experimentales, lo que equivale a su destrucción, transformándolos así en objetos de laboratorio, víctimas sacrificiales predestinadas a ser inmoladas en aras de un progreso científico que ha de perseguirse “a toda costa”.

La investigación no se justifica por sí misma cuando están en juego vidas humanas. Que existan “probabilidades‟ de alcanzar resultados en una investigación con embriones, no significa que la Ley deba proteger e incluso alentar dicha investigación. La probabilidad no es fuente del Derecho. 

La ciencia debe tener un límite en la propia dignidad del ser humano. Desgraciadamente en la historia de la humanidad hemos sido testigo ya en muchas ocasiones de que cuando ese límite se sobrepasa las consecuencias son nefastas para la humanidad. O nos situamos ante una estafa sobre el tema como hace unos años, con los espectaculares hallazgos del surcoreano Woo Suk Hwang, que se mostraron falsos.

El embrión humano merece el respeto debido a la persona humana porque “no es una cosa ni un mero agregado de células vivas, sino el primer estadio de la existencia de un ser humano. Todos hemos sido también embriones”, postura defendida por Juan Pablo II en su carta “Evangelium vitae”. Quien en 1994 proclamaba “la prioridad de la ética sobre la técnica, el primado de la persona sobre las cosas, la superioridad del espíritu sobre la materia”.