Las obsesiones del suscriptor

El concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata/Sergio Barrenechea/EFE

El concejal de Ahora Madrid Guillermo Zapata/Sergio Barrenechea/EFE

Por Fran G. Matas

Con las campanadas que anunciaban la llegada del 2015 aparecía un nuevo proyecto periodístico en España que se llamaría EL ESPAÑOL. Desde aquella noche estuve siguiendo el blog que más tarde acabaría convirtiéndose en un medio que traía savia nueva a la estructura de medios en España por su nueva apuesta en cuanto a la forma de financiarse: en el primer tiempo a través de pequeños accionistas que conformarían el capital inicial, en la segunda parte con los suscriptores. Serían los propios lectores los dueños del diario, y por tanto este se debería exclusivamente a ellos.

Siguiendo los artículos en el blog y aquellos que se enlazan en la activa cuenta de Twitter, veía el deseo del medio de seguir la estela de los mejores proyectos periodísticos anglosajones y de los combativos periódicos de la España de principios del siglo XX. Como estudiante de periodismo todo esto me ilusionó y no dudé un momento en hacerme suscriptor fundador en cuanto se dio la oportunidad, a pesar de que mi ideología no es similar a la que se vislumbraba en los artículos de opinión publicados en el blog y en las cartas del director Pedro J. Ramírez.

Pero eso no importaba porque pensaba que este diario, al no deberse a intereses ajenos sino a aquella gente que lo lee, haría periodismo en las noticias y reportajes, dejando la ideología para las secciones de opinión.

Desde el día 7 de octubre del año pasado, cuando nació EL ESPAÑOL, he visto que se ha sido combativo con la corrupción proviniese de donde proviniese, he visto interesantes reportajes y he leído algunas columnas de opinión que me han hecho fruncir el ceño y otras que no, muestra de la pluralidad en las páginas digitales de La Edición. Sin embargo, también he leído muchos titulares de noticias que harían palidecer a cualquier profesor de periodismo, ya sea por mala construcción, por sensacionalismo o por dar a entender una situación que no es tal. Los dejaba pasar atribuyendo el problema a que parte de la redacción aún es joven o a que el estilo de la misma aún se debe homogeneizar.

El 13 de febrero de 2016 me quedé atónito al recibir una notificación de la aplicación de este diario en mi móvil: “El concejal Zapata contrata como asesora de su distrito a la pareja con la que abortó con un sueldo de 50000 euros”. He tenido que leerlo varias veces para entenderlo, para después frustrarme y cabrearme. La noticia habla de un presunto caso de nepotismo. Guillermo Zapata, concejal de Ahora Madrid, contrata como asesora a su ex-pareja, Nuria Sánchez Díaz. Es legítimo y necesario denunciar el caso. Pero tanto el titular como la noticia en sí hacen hincapié en que la pareja tuvo que abortar y contaron la dramática experiencia en eldiario.es, hecho que nada tiene que ver con el asunto del nepotismo y que solo sirve para hacer daño y hurgar en la llaga del trauma que debió suponer para el concejal y su expareja.

¿El objetivo de ese titular? EL ESPAÑOL no debería necesitar el cuestionable clickbait (titulares que no aportan información o sensacionalistas que buscan que el lector entre en la página) ya que el grueso de sus ingresos provienen de la suscripción de los lectores. Tampoco puedo creer que el redactor, Alberto Lardiés, haya cometido el error de pensar que la historia del aborto aporte hechos relevantes a una noticia sobre un presunto caso de nepotismo. Tan solo puedo pensar que el texto tenía un objetivo más allá del de informar: influir en los lectores que no estén a favor de la interrupción voluntaria del embarazo creando una imagen negativa del concejal y, por tanto, del partido político del que forma parte. Es decir, introducir opinión en una noticia. Uno de los grandes males que lleva acosando desde que tengo memoria al periodismo en España. Una de las prácticas que, debido a vuestra independencia económica, pensaba que ibais a erradicar.

Este diario se debe a los lectores. Este diario se debe a su redacción. Este diario se debe al prestigio de la profesión periodística. Este diario se debe a la gente.