Jueces sin ley

Ada Colau/Barcelona En Comú/Flickr

Ada Colau/Barcelona En Comú/Flickr

Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm

El pasado viernes una treintena de niños presenciaron un espectáculo deleznable. La representación de La bruja y Don Cristóbal no dejó indiferente a nadie, siendo objeto de queja por parte de los padres que vieron la "obra", así como de la opinión pública que no tardó en hacerse eco del indecoroso teatro. Los titiriteros que se encargaron de dar vida a los polémicos personajes fueron detenidos por exhibir en su obra una pancarta en la que se podía leer "Gora Alka-ETA".

No voy a valorar la detención de los dos presuntos sospechosos de cometer un delito de enaltecimiento del terrorismo, pues no soy juez y, por ello, no me considero capacitado para valorar más allá de mis impresiones. Sin embargo, otros no piensan así. Muchas fueron las voces que cuestionaron esta detención. Entre otros, Pablo Iglesias y Ada Colau no tardaron en ponerse unas togas improvisadas para emitir una sentencia de 140 caracteres que cuestionaba la actuación del magistrado. Sorprende ver cómo un diputado candidato a la Moncloa y la alcaldesa de Barcelona se muestran contrarios a la ley, herramienta que permite a los ciudadanos vivir en paz asegurando las libertades individuales y colectivas. En unas pocas palabras consiguieron una vez más que todos sus ciegos seguidores comenzasen a lanzar una oleada de mensajes en las redes sociales exigiendo, como sus líderes, libertad para los presuntos delincuentes.

Así, manejando de la mejor manera la opinión pública, la alcaldesa y el diputado consiguieron, martillo en mano, que un sector de la ciudadanía repudiase aquello que garantiza y protege el interés común. Ese delirio de grandeza, propio de la cúpula de Podemos, hace que sienta una cierta preocupación por aquellos que, elegidos democráticamente, puedan haber engañado a una buena parte de los españoles en cuanto a sus intenciones verdaderas. Anarquistas disfrazados de demócratas y activistas, que llegado a término mostrarán su verdadero "yo".

Por otro lado, me hace gracia ver cómo hacen un llamamiento a la libertad de expresión. Ada Colau demuestra una vez más que es una activista por los derechos que a ella le interesan. Recordemos aquel cartel en el cual Morante de la Puebla posaba sin mostrar ninguna imagen que pudiera herir sensibilidades, sino más bien reivindicando lo que para él y otros muchos es arte y vida. Ese cartel fue censurado sin motivo alguno por la alcaldesa de Barcelona, que decidió amordazar a un sector de la población que se expresaba sin un ápice de violencia. La incansable luchadora por la libertad pareció olvidar por un día lo que significa realmente la libertad de expresión, aplicando y garantizando su propia libertad y la de su electorado.

Los ahora nostálgicos de la libertad de expresión, de la que parece que nuestro país carece, son los que hace meses calificaban las viñetas de Charlie Hebdo como ofensivas hacia los musulmanes y con una cuasi-justificación afirmaban que los dibujantes se exponían a ser asesinado por fanáticos islamistas. Ahí no existía la libertad de expresión pues hería sensibilidades. Espero que aquellos que tanto defendieron la dignidad de los musulmanes en aquel momento lleguen hoy a empatizar con las víctimas del terrorismo que han tenido que aguantar alguna que otra humillación y desprecio, ya que no es la primera vez que ciertos políticos muestran permisividad y, casi me atrevería a decir, simpatía cuando se habla de ETA.

Esta oxidada polémica me recuerda a Alfon, aquel chico que fue enviado a prisión por llevar nada menos que explosivos en su mochila durante una manifestación. El tsunami made in Podemos se abalanzó de igual manera contra las instituciones y la Justicia, liderados por Iglesias y compañía, para reclamar sin ningún tipo de autoridad moral la libertad de Alfon. ¿En función de qué se permite Iglesias cuestionar la decisión de un juez? A Iglesias no le avala su título de politólogo y Ada Colau no está respaldada por ningún título académico como para permitirse el lujo de convertir una opinión en verdad absoluta, y mucho menos para cuestionar a un alto funcionario cuyo trabajo consiste en aplicar la ley. Colau e Iglesias deberían tomar conciencia de su responsabilidad para con España y asumir que ya no se encuentran en una tertulia televisiva de sábado noche. Deberían dejar de jugar a ser activistas postpúberes y comenzar a hacer política de verdad, que para eso les han votado. Mientras en el Ayuntamiento de Madrid Carmena comparece para decir que le parece exagerada la decisión de un compañero suyo, se pierden 6000 puestos de trabajo por la catástrofe del Edificio España. Mientras Colau se dedica a tuitear, la inversión se marcha de Barcelona. Mientras damos importancia a temas y polémicas banales, España pide ayuda y buena gestión.

No olvidemos que la libertad de expresión no es más que expresar un pensamiento, pero no todo pensamiento debe ser expresado en público, sobre todo si detrás del mismo se encuentra la dignidad de seres humanos. La libertad mal entendida puede desembocar en anarquía.