Frases y política

Por Manuel Peñalver Castillo

He comenzado el día leyendo Éramos unos niños de Patti Smith. Para las madrugadas, dejo la novela Cocaína de Daniel Jiménez. Con esta obra, el joven madrileño ha ganado el II Premio Dos Passos. Cuando la lluvia no cae, la lectura no es la misma. Pero el recuerdo no cesa si ponemos el viejo tocadiscos para seguir escuchando a Bob Dylan y a los Beatles y para recordar a Janis Joplin, que murió de una sobredosis en la habitación 105 del hotel Landmark de Los Ángeles, con veintisiete años. Ya no podremos ir a Central Park para verla actuar en Wollman Rink. El mundo hace girar algunas fotografías y el pasado vuelve cuando teclear no es igual que escribir o leer los poemas de Rimbaud. «Cuando en el mundo aparece un genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él». 

¿Recordaremos, alguna vez, cuando los años de hoy sean pretérito indefinido algunas frases de Rajoy o Pedro Sánchez? Si de los anaqueles solo sale el rumor, el eco se disipa. «Si hubiera más políticos que supieran de poesía y más poetas que entendieran de política, el mundo sería un lugar un poco mejor para vivir», dijo John F. Kennedy. La verdad no debe callarse nunca, pero hay que saber decirla como Woodward y Carl Bernstein. «Sabemos que, si a un hombre se le niegan sus derechos, los derechos de todos están en peligro», afirmó Robert Kennedy, antes de ser asesinado por las balas de Sirhan Sirhan. Frases quedan muchas. Pero la duda y la pregunta sobrevienen como una certeza separada y reinventada por vigésima vez a lo largo del día. Cuando nos sentimos ajenos a nosotros mismos, ya nada es igual, porque la realidad necesita a la ficción, como esta a su argumento para reencontrarse a sí misma en las huellas del alba. La palabra necesita la inmediatez y la esperanza del blues y del rock and roll. Si la frase no encuentra una sintaxis que se refleje en la semántica como una metáfora de Blake o una sola sílaba de Gandhi, entonces su destino no tiene aliento para continuar. 

Deben saber nuestros líderes que la literatura entra en el vestíbulo y espera; pero se ausenta si no vamos al encuentro. «Sabía que vendrías, mas no sé qué decirte». Cuando caminamos despacio, sabemos ver mejor la historia de los días que permanecen. La cultura y la política comienzan en la lectura de aquellos textos que convierten la sociedad en un idealismo definitivamente bello, mientras el reloj marca la hora en punto de cualquier tiempo. Los mensajes no pueden ser nunca obra de asesores que cobran un sueldo muy alto por ahogar la poesía en un estanque vacío. Rajoy y Sánchez tienen que comprarse un traje dialéctico a su medida, que los muestre inteligentes y fiables cuando hablan y dan una rueda de prensa. Para ello tienen que indagar y buscar su propia imagen en una casa distinta a la de Bertín Osborne. No son literarios y cultos los políticos de ahora. No hace falta más que recordar los errores de concepto cuando Pedro Sánchez escribió en Twitter: «Desde Soria, cuna de Antonio Machado…» o cuando Pablo Iglesias atribuyó otro nombre a la Crítica de la razón pura de Kant entre la indiferencia de Rivera. Todo ello indica que hay que seguir buscando páginas para saber que los clásicos y la política deberían formar parte de la misma antología en la lealtad de un solo verso. 

El cuarto centenario de la muerte de Cervantes se acerca. Un motivo poderoso para que las bibliotecas y las librerías estén presentes en todos nosotros, los dirigentes prediquen con el ejemplo y Hacienda trate de otra manera a los escritores jubilados. Mientras al protagonista de Cocaína solo le coja el teléfono el camello, la precariedad laboral, la soledad y la marginación seguirán reflejándose en el espejo roto de una sociedad en crisis. La nueva escritura es rebeldía con causa y la novela, una búsqueda de la esperanza. La historia del hidalgo Alonso Quijano se prolonga hasta poder descifrarla en un nuevo volumen. Mezclar Lexatin y burdeos es un ladrido solitario, que se enreda en su propia madeja. El olor de la lluvia es un instante que nos envuelve entre sinestesias que, alguna vez, encontramos en el lago infinito de la poesía. La noche encoge cuando las agujas del reloj se desesperan en la intemporalidad del amanecer. Un trago de bourbon no disimula la respuesta que tenemos preparada. ¿Cuadran los números en el idioma del poder? Un pacto entre el PSOE, Podemos y el PNV se entiende en el contexto. O no. Depende de cómo observemos el espacio que hay a nuestro alrededor y de cómo suene A day in the life.