Vuelve el arponero

El nuevo presidente catalán Carles Puigdemont /Albert Gea/Reuters

El nuevo presidente catalán Carles Puigdemont /Albert Gea/Reuters

Por César Sampedro Sánchez, Doctor en Historia

El joven arponero ha tenido que volver a salir a cazar. Dos grandes ballenas amenazan la estabilidad del país, una vez Mariano Rajoy ha reconocido su incapacidad para formar gobierno (lo advertimos aquí antes de las elecciones en “Mariano Rajoy se despide de ustedes”).

Los dos grandes cetáceos que amenazan ahora, en nuestra opinión, con fuerza son la formación del círculo, agitando las líneas rojas del referéndum y buscando el poder a toda costa, y por otro el independentismo, que amenaza con devorar la identidad de una mitad de los catalanes y de la estabilidad entera del país.

Comenzaremos por el final: para salvar la cara de un partido impregnado hasta las trancas por la corrupción, Artur Mas ha tenido que interpretar un papel abracadabrante: por el día de nacionalista conservador, representante de la burguesía catalana “bienpensante” de toda la vida; por la noche de independentista radical socio de los antisistema de la CUP, una interpretación ideal para representar al doctor Jekyll y Mr Hide.

El experimento Mas ha desembocado en una suerte de solución inédita en democracia, contraria, en opinión de muchos, a lo que ésta representa, y que ahora se llama “corregir con una negociación lo que las urnas no han dado”. “Democracia corregida” a la catalana es lo que en otro momento podría haberse calificado de transfuguismo, con dos diputados de la CUP prestados, sacrificio necesario para producir el experimento resultante, que no es otro que un compañero de la formación de Mas y de Convergencia, travestido en “independentista progre”, trace una hoja de ruta para dieciocho meses, apelando al “mandato popular”, olvidando que lo que dijo el pueblo en las urnas fue una exigua pero clara mayoría del 52% que dijo no a la independencia o no dijo sí, si se quiere mirar de este forma.

Existe por tanto, como ya han advertido Iceta y otros políticos catalanes en el Parlament, una interpretación adulterada de las urnas en primer lugar, y una hoja de ruta engañosa, un camino a ninguna parte. El joven arponero cree que ésta es una estrategia de huida. Una fórmula ideada con alevosía para esconder los escandalosos casos de corrupción en torno al clan Pujol y al mismo partido de Puigdemont. Las cotas de corrupción son mucho más superiores al 3% que denunciara Maragall en su día. Un informe de la UDEF, publicado en exclusiva por EL ESPAÑOL, apunta que Jordi Pujol Jr. habría utilizado la compra-venta de diamantes para blanquear dinero. La supuesta corrupción se desvela en torno a los Pujol y a CDC como algo mucho más grave, que necesita ser esclarecido, investigado, penado. La cortina del independentismo lo tapa. 

Por otro lado nos encontramos con la voracidad de Podemos, denunciada aquí antes de las elecciones. Pablo Iglesias ha pasado de hablar de “la casta”, de los de arriba y de los de abajo, de los nuevos y los viejos, e incluso del “búnker”, a apresurarse en primer lugar a pedir sillones con la formación de cuatro grupos parlamentarios que incrementará el presupuesto de su formación, y en segundo lugar y de forma sorpresiva y taimada, una oferta de pacto a Sánchez, anunciada a los medios de comunicación antes que al propio interesado, en la que exigía nada menos que la vicepresidencia y se mostraba con una condescendencia humillante hacia el partido socialista, lo que ha provocado la irritación, con toda la razón, de muchos históricos.

Pablo Iglesias ya muestra sus fauces y se muestra más voraz que Moby Dick: devoraron primero a IU, han engañado luego a Compromís, ahora quieren simple y llanamente ocupar el espacio del PSOE, como acertadamente me advirtió hace poco vía mensaje de twitter Pedro J. Ramírez. He leído a Guerra y a muchos veteranos del socialismo estos días. Y acabo en la conclusión de que Sánchez debe mostrarse cauteloso en los pactos para no quedar engullido por las fauces de la codiciosa ballena.