Una trilogía muy especial

Por Jose Gomez Martin

Jamás había leído una trilogía. Pocas veces leo best sellers. Apenas leo novelas ni libros que superen las trescientas páginas. Me gusta, sin embargo, leer varias obras en paralelo (es normal encontrar media docena de libros en mi mesa) y suelo alternar lecturas en diferentes idiomas (en la medida de lo posible -que no es mucho- me gusta leer la versión original)

La Trilogía de Baztán ha supuesto una excepción a todos mis hábitos de lectura. Pero, ¿por qué?

Así empieza todo

No recuerdo cómo ni cuándo oí hablar por primera vez de El Guardián Invisible, la primera de las obras de la Trilogía de Dolores Redondo. Algo de lo que me contaron debió de llamar mi atención. Recuerdo, eso sí, que le pregunté acerca del libro a Sara y Miguel Ángel, una pareja de amigos que vive en Pamplona. Los dos me recomendaron leerlo. Me sorprendió que ambos hubieran leído no sólo este, sino todos los libros de la saga.

Poco tiempo después, ya de vuelta en Madrid, algún resorte debió de activarse en mi interior. Recuerdo de manera muy nítida que estaba en una céntrica librería de Madrid y pregunté a uno de los vendedores sobre la obra (a decir verdad no recordaba muy bien ni el título exacto ni el nombre de la autora). Enseguida me remitió a El Guardián y me comentó “este libro merece la pena”. Le contesté con cierta sorna: “Eso lo dirá usted de todos los que vende” Entonces se dirigió a mí en voz baja -casi como haciendo una confesión- diciéndome que había leído la Trilogía al completo y que me recomendaba hacerlo.

Me llevé El Guardián a casa y, al igual que hago con el resto de libros, empecé a leerlo a trozos, intercalándolo con otras lecturas. Coincidió que nos fuimos unos días de vacaciones a Navarra y metí el libro en la maleta. Es una noche de verano, estamos todos viendo la televisión. Acaba la película y todos se van a la cama, pero decido quedarme un rato leyendo el libro que había comenzado semanas atrás. Es entonces cuando me engancha: me voy a la cama casi de madrugada tras haberlo leído hasta el final (unas doscientas cincuenta páginas de una sentada).

Días después decido hacerme con Legado en los Huesos. Todavía lo recuerdo: esta vez fue en Pamplona, en unos grandes almacenes. Me atiende una señora muy amable. Mismos comentarios acerca de este segundo libro que los que había oído a aquel librero de Madrid tiempo atrás respecto al primero, con el añadido de que “éste es aún mejor que el anterior” Mismas alabanzas para la Trilogía. Algo está pasando aquí, pensé para mis adentros.

Con Legado, y posteriormente con Ofrenda a la Tormenta, rompo una vez más todos mis hábitos de lectura. Disfruto de verdad leyendo; me apena llegar al final de la serie.

He reflexionado mucho acerca de la Trilogía y por qué ha supuesto -al menos para mí- un antes y un después en la literatura de ficción actual. A mi entender, son tres los pilares del éxito de la obra de Redondo:

El entorno

Navarra es una tierra única en la que vive gente muy especial. El norte de la Comunidad Foral tiene una belleza incuestionable y una rica tradición que no sólo impregna lo humano -desde la comida hasta la arquitectura- sino que se adentra -a través de su rica mitología y ese clima tan especial- en lo más profundo de nosotros.

Los personajes

He aquí el pilar fundamental de la Trilogía. No es que los sujetos sean creíbles, la cosa va mucho más allá: son amados (u odiados) por el lector hasta límites insospechados en una novela. Es aquí donde Redondo se maneja con la precisión de un maestro renacentista, trazando filigranas que rozan la perfección. Todos los personajes entran de manera muy nítida en la imaginación del lector. Incluso aquellos cuyo papel pudiera parecer irrelevante, emergen de algún modo en la mente de quien lee como una figura próxima, conocida y en el mismo lugar que les correspondería en la vida real.

La trama

Desde que Raymond Chandler acuñara el término novela negra a mediados del siglo pasado, las obras en torno al mundo del crimen y los profesionales que lidian con él no han hecho más que ganar adeptos. La Trilogía no es una obra más del género, también en este aspecto llega más lejos: el acierto de Redondo es, en este caso, esa sabia mezcla de lo científico, lo cotidiano y lo imaginario: desde la espiritualidad a la lectura de las cartas.

Confieso que han sido varias las ocasiones en las que, durante la lectura, se nublaba en mi mente esa fina línea, a menudo imperceptible, con la que Redondo separa el imaginario colectivo, los sueños de los personajes, sus deseos más íntimos y la propia realidad, tantas veces macabra como tierna y siempre empapada por la lluvia de ese lugar mágico que es el Valle del Baztán.

Toda la Trilogía es, en definitiva, un deleite para el lector y, sin ninguna duda, un ejemplo de cómo una buena obra puede llegar a cientos de miles de lectores de boca en boca. Me considero afortunado por haber recibido el mensaje de Baztán.