Demasiados guiños

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/Sergio Barrenechea/EFE

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez/Sergio Barrenechea/EFE

Por Alejandro Pérez-Montaut Marti, @alejandropmm

El PSOE, partido que presume de ser el promotor del cambio que necesita nuestro país, ha permitido que dos partidos separatistas formen grupo propio en el Senado de España. Cediendo dos senadores a ERC y dos a DL, Sánchez confirmó lo que llevábamos un tiempo viendo en las instituciones: el sometimiento del Partido Socialista a las exigencias y caprichos de aquellos que quieren romper España. Según algunas fuentes del partido, los senadores "prestados" son un gesto de cortesía que no ha de malinterpretarse como el principio de una negociación. Permítanme que lo dude.

Desde las elecciones autonómicas y municipales venimos viendo la simpatía cada vez más descarada que Pedro Sánchez profesa a otros partidos a los que antes calificaba de radicales o populistas, pero que ahora casualmente se han convertido en su mejor aliado en la mayoría de las Comunidades Autónomas y municipios donde el PSOE no fue la lista más votada. En la Comunidad Valenciana sin ir más lejos, Ximo Puig -que no gana para escándalos públicos- es ahora presidente gracias al apoyo de los nacionalistas de Compromís, partido con el que formó gobierno para desbancar al Partido Popular, que fue primera fuerza política. Numerosas Autonomías vivieron una política de pactos similar, basada en conveniencias y no en convicciones gracias al señor Sánchez, que tuvo que dar la orden de quitar al PP allá de donde fuera posible hacerlo, inclusive pactando con el mismísimo diablo. Ya no parecen tan radicales ni tan populistas como los pintaba Pedro.

Hace menos de un mes que se celebraron las elecciones generales y el Partido Socialista ya empieza a mandar flechazos amorosos a aquellos a los que consideraba hostiles. Después de afirmar que perder las elecciones para él supondría un fracaso, Sánchez no sólo no dimitió al perderlas, sino que ahora decide provocar aún más a los españoles que depositaron su confianza en él cediendo cuatro senadores para que dos partidos separatistas formen grupo propio. Dos partidos que en Cataluña pretenden iniciar con la mayor celeridad posible el proceso unilateral de independencia.

Si Pedro Sánchez es presidente, me pregunto con qué cara dirá a los independentistas que la unidad de España no se toca. La autoridad y credibilidad de los socialistas queda por los suelos después del enésimo gesto de complicidad que les hemos visto tener con partidos separatistas y radicales. Son demasiados españoles los que han confiado en la firmeza y los ideales que supuestamente prometió el PSOE y que hoy ellos mismos están pisoteando con tal de obtener un poder ficticio, que hará a Sánchez posiblemente Presidente del Gobierno pero sin ningún tipo de voz, siendo manejado como una marioneta de mirada perdida, al antojo de unos pocos que a diferencia del PSOE tienen un objetivo claro. Supongo que la política es así y hace extraños compañeros de cama.

Vuelvo a insistir en lo que dije hace unas semanas: al PSOE le queda el votante moderado de centro-izquierda. Le queda el votante para el cual la unidad de España es intocable y no quiere ver a independentistas ni a Podemos en el poder. Le queda el votante que al ver la noticia de los senadores "prestados", se ha sentido culpable por haber confiado su voto a un partido veleta en los últimos comicios. Ese votante que pegará la espantada si se repiten elecciones al ver el pozo sin fondo en el cual está metiendo Sánchez a su partido. El líder socialista es el único que parece no haber captado la verdadera ideología de sus electores. A veces me pregunto si todo lo que está haciendo se basa en una estrategia mucho más compleja y realmente Pedro Sánchez juega al despiste con España. Segundos después, desgraciadamente recapacito y vuelvo a la cruda realidad.

Al PSOE le queda una pequeña oportunidad, la de que Susana Díaz compre un billete de AVE, entre por las puertas de Ferraz y deje las cosas claras. No simpatizo con Díaz, pero creo que es de las pocas personas que aún conserva la cordura y capacidad de liderazgo en un partido que ha perdido toda identidad. No sería descabellado que ella tomase las riendas del PSOE definitivamente, pues uno de cada tres diputados nacionales son andaluces y es en Andalucía donde el PSOE ha mantenido prácticamente los mismos resultados. La solución a este sinsentido pasa por la marcha de Pedro Sánchez, que se está convirtiendo en la muleta del independentismo y del populismo sin darse cuenta.

En parte me gustaría que se celebrasen nuevas elecciones, pues así podríamos asistir a la debacle definitiva del PSOE de Pedro Sánchez, y el "líder" quedaría como uno de los peores políticos de nuestra democracia, que hundió a su partido sin haber gobernado.

Para terminar, invitaré una vez más a Pedro Sánchez a la reflexión, ya que las meteduras de pata se siguen acumulando y llegará el momento en el que no se puedan seguir cubriendo con una sonrisa.

La política no es una pista de baile donde se pueda alternar con unos y con otros señor Sánchez. Son ya demasiados guiños.