El desfibrilador bilingüe

Por Luis Landajuela Lloret

La diversidad humana se manifiesta en multitud de aspectos.

Por ejemplo, cada una valora su idioma de forma distinta.

Soy bilbaíno, mi lengua materna es el español. Estoy satisfecho con sus prestaciones. Me iguala a más de quinientos millones de hablantes y es un instrumento eficaz para la comunicación.

En el País Vasco, además del español, muchos hablan una lengua antigua que comparten con un millón. Esto les diferencia absolutamente del resto de españoles y por supuesto, del resto del mundo. Ahí reside precisamente su encanto.

Está muy bien, la vida es corta y cada uno la llena de acuerdo a su historia, circunstancias e inclinaciones.

La cuestión se oscurece un poco cuando observamos las prioridades de nuestros gobernantes.

Me inquieta que en tiempos de complicaciones económicas, en los que se habla tanto de recortes en sanidad y educación, se dediquen importantes recursos a mantener canales de televisión con el dos por ciento de audiencia. O que en la selección del médico que me atiende, por supuesto en español, sus conocimientos en euskera hayan tenido gran relevancia.

Y ahora voy con la anécdota que titula este post.

Recientemente se han instalado desfibriladores en el magnífico metro de mi ciudad.

Se incluyen una instrucciones en formato algoritmo, con los pasos a dar en el caso de tener que prestar asistencia a un vecino derrumbado en parada cardiorrespiratoria.

Me intereso por el texto y .. ahí están, en primer lugar, destacadas, en negrita, las palabras antiguas y diferentes, tan hermosas como incomprensibles para el setenta por ciento de la población.

Mas abajo, más pequeñas, las palabras que entendemos todos.

Me pregunto si en el diseño del algoritmo habrá participado algún experto en transmisión de mensajes en situaciones de urgencia médica. Supongo que en ellos resulta esencial la sencillez, la claridad y el llegar al máximo de usuarios potenciales.

Me pregunto si en algunos ámbitos, aunque fueran muy pocos, podríamos ser capaces de priorizar la racionalidad sobre la identidad.