Cuestión de cultura

Por Alejandro Pérez-Montaut Mart, @alejandropmm

La entrada del año 2016 tuvo un sabor amargo para Alemania, así como para el resto de Europa, que no sale de su asombro tras lo ocurrido en Colonia, donde cerca de un millar de personas que a día de hoy no han sido identificadas decidieron atentar contra la libertad de muchas mujeres. La información, que va viendo la luz con cuentagotas cada vez apunta más a un acto organizado por personas que en su mayoría eran de origen musulmán. No sé hasta qué punto eso será cierto, pero voy a aventurarme a escribir este post como si lo fuera.

Los musulmanes no son bárbaros. Ni siquiera los que perpetraron el atentado machista en Colonia. No podemos calificar de bárbaro a un hombre que ha sufrido un trauma. Pasar de una dictadura donde la libertad no existe ni se la espera, a una democracia plena donde cada uno es libre de pensar, vestirse y actuar como vea oportuno mientras no coarte la libertad del resto, supone un trauma psicológico para el ser que lo vive, y occidente tiene que tenerlo claro. Europa tiene que asumir el riesgo que conlleva el cambio brusco de entorno, asumiendo que en algunos casos la razón pueda perderse y como adictos a la heroína en pleno síndrome de abstinencia, algunas personas puedan actuar de una manera no concebida hasta ahora.

Si occidente quiere seguir acogiendo a inmigrantes y refugiados, debe asumir ese riesgo. Por supuesto no se puede generalizar ni podemos decir que a todos les sucederá lo mismo, pero no nos debe caber la duda de que el riesgo está latente. Hombres que no conocen a la mujer occidental, que afortunadamente ha luchado mucho por alcanzar sus derechos, no conciben el deber propio de respetarla. La brusca transición cultural hace que la persona que en su país de origen estaba reprimida, despierte y se convierta en un depredador irracional cuyo único objetivo es colmar su satisfacción personal, sin importarle las consecuencias que eso pueda tener en su propio ser y en otros ajenos.

El problema es la educación y la cultura, por supuesto. Pero aquellos que quieran disfrutar de los valores de occidente han de tener muy presente que la adaptación es cosa suya, pues en Europa nadie va a ser más permisivo de la cuenta con ellos por el simple hecho de ser cultural y moralmente diferentes. Ellos tienen la tarea de cambiar el chip haciendo un esfuerzo que para muchos es sobrehumano pero necesario y obligatorio.

Angela Merkel ha asegurado que actuará con "mano dura" frente a los extremistas y criminales que han cometido semejante acto. Espero que así sea, puesto que la prensa acabará sacando a la luz toda la información que se tiene de ese oscuro día, y cuando eso pase y de confirmarse la información vertida hasta ahora, Europa habrá dado un paso más hacia la islamofobia con parte de razón. Insisto en que no se puede generalizar, pero mil hombres pisoteando la libertad fueron una realidad. Ni prisión ni multa, lo que tiene que hacer Alemania es expulsar a los implicados si se confirmase que son extranjeros. Esa sería la mano dura que habría de demostrar la canciller. El castigo está concebido para aquellas personas que son conscientes del error cometido, pero la cárcel difícilmente hará recapacitar a aquel que no ve la equivocación en sus actos.

Los ciudadanos europeos hoy ponen en duda la política de refugiados. Al igual que el trauma intercultural era esperable, la reacción de los europeos es también lógica y normal. Ha sido vulnerada la libertad de muchas mujeres, pero hace pocas semanas fueron más de cien los muertos en las calles de París, donde no estaban implicados refugiados, pero sí islamistas radicales integrados perfectamente en Francia. El incidente de Colonia es otra forma de terrorismo, donde la integridad física y psicológica de muchas mujeres fue violada por aquellos que no tienen autoridad para hacerlo.

Llegados a este punto, nos deberíamos preguntar si Europa está dispuesta a incorporar el miedo a su forma de vida. No deberíamos. Para ello nuestros dirigentes deben actuar, dejando claro que en Europa hay unas normas y que aquel que quiera vivir en esta comunidad debe, en la medida de lo posible adaptarse a ellas. Tarea difícil, puesto que se pretende integrar a personas que vienen de culturas muy diferentes, donde la gran mayoría no ha saboreado la libertad y no sabe que la libertad de uno acaba donde empieza la del otro.

La libertad y tolerancia que Europa y occidente han forjado se desangrará cuando el miedo se imponga en nuestra sociedad, y espero que ese día no llegue nunca, porque de ser así habríamos retrocedido varios pasos en nuestra historia. La solidaridad europea debe manifestarse acogiendo a todos aquellos que huyan del terror, pero Europa también ha de ver solidaridad y compromiso por parte de las personas acogidas.

Es cuestión de cultura.