España en funciones

Por Carlos García González

Son las cinco de la tarde: "¡Ay, qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes. Eran las cinco en sombra de la tarde!" Hora lorquiana para llorar a Sánchez Mejías.

Pedro quiere tomar lecciones a 'Costa' de Portugal; Mas, en lo suyo, cantar como sirena y no como cisne -en el momento que esto fue escrito, no se había producido el desenlace-fraude en el Parlament-; Rajoy, corriendo en la cinta, 'declarando en funciones'; Iglesias montando el Scalextric del 'enfant' Errejón tras la oprobiosa cabalgata carmenera. "E la nave va", que decía Fellini.

"Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una y las dos y las tres / y desnudos al anochecer nos encontró la luna", cantaba Sabina.

El mundo es un bucle y España uno de sus múltiples círculos concéntricos. Empeñados en quitar capas de cebolla o deshojar margaritas, ni llegamos al núcleo (¿irradiador?) ni hallamos respuesta convincente a la pregunta retórica: ¿Existe luz al final del túnel?

España, nación singular donde las haya, ha dicho que sí en primera instancia. Sabe que es grande, plural, curranta y generosa. También críptica, avinagrada y ciclotímica. Es lo que tiene la piel de toro, crisol de variados mestizajes, epítome de filias y fobias seculares. Hagamos, por una vez, abstracción de nuestra Historia y rememos en adecuado rumbo. Superemos el ecléctico S.XIX y los tres primeros cuartos del XX. Las generaciones venideras nos afearán nuestro fracaso -la pelota está en el tejado de Pedro-, si éste se produce, como nosotros hemos hecho con nuestras precedentes.