El separatismo aniquila la burguesía

Por Ignacio Garicano Landa

Calculo que de los 4,1 millones de catalanes que han votado en las elecciones al Parlamento de Cataluña en septiembre de 2015, hay un mínimo de 2,5 millones que son burgueses. Dicho de otro modo, más del 60% de los votantes son personas que pertenecen a la clase media acomodada, entendiéndose por acomodada que tienen suficientes medios para vivir desahogadamente. Estos 2,5 millones se distribuyen entre Convergencia, Ciudadanos, PSOE, PP y Unió. Seguro que hay burgueses en el resto de las formaciones políticas pero vamos a suponer que pocos e ignorarlos para este análisis.

La burguesía se caracteriza por jugar un papel principal en la creación de riqueza y empleo, en el impulso de la cultura y en la defensa de principios democráticos básicos como son la libertad y la justicia. La burguesía influye en el modelo de sociedad al actuar mediante conductas tales como el respeto, el diálogo, la competencia, la estabilidad, la seguridad y la confianza. La burguesía es la que, en gran medida, ha llevado a las sociedades occidentales al nivel de desarrollo y bienestar del cual disfrutamos.

Las circunstancias bajo las que el Sr. Puigdemont fue investido Presidente de la Generalidad dejan fuera de juego a toda la burguesía catalana. Quienes tienen las verdaderas riendas del gobierno catalán se rigen por parámetros muy diferentes a los que necesita la burguesía para poder continuar con su labor de impulso al progreso. Por lo tanto, los catalanes tienen un problema adicional al del separatismo y es el del empobrecimiento. Una autonomía en la que la burguesía y sus principios están aniquilados parlamentariamente es una autonomía abocada al desánimo, el desistimiento, el paro y la pobreza.

Es muy probable que la triste situación que vive Cataluña sea en buena medida consecuencia del sometimiento de muchos burgueses a los delirios de políticos separatistas. Resulta difícil entender la poca inteligencia que han demostrado.

Y ya que estamos, recomiendo a los burgueses vascos que pongan sus barbas a remojar o, mucho mejor, piensen seriamente si merece la pena tontear con los separatismos.