El desprecio de la Generalidad al Rey y a España

Por Óscar Rebollo Pulido

Ellos pueden chillarle, gritarle, silbarle e insultarle -siniestras risas de Artur Mas incluidas- cuando está en el palco del Campo Nuevo para presidir la final de la Copa del Rey, pero él no puede negarse a recibir en audiencia a una de las más conspicuas representantes de toda la caterva separatista.

El Rey hace muy bien en no recibir a un personaje que, a la salida de la reunión, seguramente habría aprovechado la presencia masiva de medios de comunicación para vomitar la consabida retahíla de lamentos, quejas y consignas secesionistas a las que ya estamos acostumbrados.

Después de empobrecer a la región con la fuga de más de 3.000 empresas a otros lugares de España en sólo siete años, haber multiplicado la deuda pública catalana hasta límites insostenibles, haber contraído una deuda espectacular con las farmacias del Principado, haber recibido descomunales transferencias estatales con el beneplácito de Rajoy de las que se han servido para sostener y alimentar la pantomima secesionista, tras haber producido una brecha en la convivencia entre catalanes que amenaza conflicto civil, y después de haber ofendido hasta más allá de lo tolerable a todo el que no comulgara con sus ideas, después de todo eso, como digo, aún esperan decoro y deferencia institucional.

El Rey no desprecia a los catalanes, pues son súbditos de la Corona al igual que el resto de españoles. El Rey desprecia a quienes a él y al resto de los españoles desprecian.