El león del año 1615

J.P. Gandul/EFE

J.P. Gandul/EFE

Por Íñigo Val Eguren, @iValEguren

EL ESPAÑOL publicó recientemente los nombres de los Leones de 2015. Los elegidos en el apartado de política hacen que me pregunte si este reconocimiento es positivo o negativo, pues es obvio que los felinos del resto de categorías lo son por sus buenos méritos.

En la presentación de la selección se dice que «Así como la revista Time ha elegido siempre al Hombre del Año –que últimamente ha cambiado a Persona del Año para que nadie pueda acusar a la revista de no ser políticamente correcta– EL ESPAÑOL elegirá todos los años cinco leones y leonas en las áreas de política, empresa, solidaridad, deporte y cultura.». Es interesante que aparezca el nombre de la revista norteamericana porque vistos los personajes que Time ha elegido a lo largo de los años, se puede decir que no siempre se trata de alabar los méritos. Por ceñirnos a los más cercanos en el tiempo, vemos que en 2007 el protagonista fue Vladímir Putin... la elección, por tanto, no implica identificación. De hecho, el segundo personaje de este año ha sido el barbudo jefe del califato-horda. El objetivo de Time -según la Wikipedia y su propia página web- es destacar a la persona, grupo, idea u objeto que para bien o para mal ha marcado los acontecimientos del año.

En el texto de presentación de los elegidos por EL ESPAÑOL se dice que «Este nombramiento distinguirá año tras año a quienes destaquen por su valentía, firmeza, carácter indomable e iniciativa a la hora de aceptar nuevos e innovadores riesgos en sus distintos campos...». Ahí hay mucho más "para bien" que "para mal". Me gustaría saber si en nuestra elección se ha tenido en cuenta el “para mal”. En caso afirmativo, estaría de acuerdo en la elección de Pablo Iglesias como León del año.

Puede ser que se haya querido “premiar” la indudable relevancia de los nuevos partidos y que la elección ex aequo sea una forma estilística de mostrar las dos caras del fenómeno, una especie de Jano bifronte: una cara amable y otra agresiva. El perfil dedicado al premiado tampoco despejó mis dudas porque no hablaba de las numerosas sombras que rodean al líder de Podemos: Venezuela, Hispan TV, aquella charla en la taberna pamplonesa de los proetarras, presencia bien activa (si hacemos caso a sus “confidencias” a Iñaki Gabilondo) en las “manifestaciones” ante la sede del Partido Popular en los días inmediatamente posteriores al 11-M… los lectores queremos claridad en esos temas. La referencia al maquiavelismo de las series de la HBO es poca cosa.

Basta hacer una breve búsqueda en Youtube para encontrar acciones y palabras del candidato morado que en democracias más asentadas tumbarían la carrera de cualquier otro político. Aún así, la huella digital de Iglesias no es lo más grave ni lo más importante. Lo preocupante es que el partido que lidera sea considerado “nueva política” (de chiste si no entendemos esa novedad en el sentido estrictamente cronológico de entrada en el escenario) y que haya calado en España semejante desatino. El problema de España no está tanto en la existencia de los dos grandes partidos “tradicionales” (todo lo tradicional que se pueda ser en una democracia tan joven como la nuestra), que indudablemente han de renovarse de arriba abajo, sino que el más potente de los “nuevos” –dejo a un lado a Ciudadanos porque aún habrá que ver qué son- sea tan arcaico, portador de una ideología cuando menos poco constructiva.

Echen una ojeada a los compañeros de Podemos en su grupo del Parlamento Europeo (Bildu incluido). Es la nuestra una extraña manera de evolucionar, la de echar mano a elementos más antiguos y peores que los actuales. Esa es la desgracia de España –quizá de Europa en su conjunto-, que no se ve nada realmente novedoso en el horizonte.

En Navacepeda de Tormes, un pueblecito abulense de la sierra de Gredos, hay una zarpa de oso clavada en la puerta de la iglesia. Leí esa noticia hace mucho tiempo y según veo en Google (que me da un artículo de El Mundo de 2012) la zarpa tendría 400 años según la prueba del carbono 14. Esta potente imagen me vino a la mente cuando supe el nombre de los Leones del año. No es probable que hace cuatro siglos los campesinos encontrasen leones en los bosques de Gredos. De haberlo hecho, quizá la zarpa de la iglesia sería hoy la de un felino: un león de cuatro siglos, más o menos la edad de nuestro ilustre premiado. Al Scar podemita lo podríamos elegir como León del año 1615. No me pregunten a quién hubiera elegido yo. No es tarea fácil. Al “paleocaudillo” seguro que no.