Se llamaba democracia

Toni Albir/EFE

Toni Albir/EFE

Por Alejandro Pérez-Montaut Marti (@alejandropmm)

Cataluña tiene ya un nuevo Presidente autonómico. Carles Puigdemont, alcalde de Girona y presidente de la Asociación de Municipios por la Independencia, será investido tras un acuerdo que según dicen, se ha firmado in extremis con la CUP. Todos los medios de comunicación hablan de la caída de Mas, cuando lo único que ha hecho es no optar a la presidencia de la Generalitat quedando a la sombra, cobrando dinero de los españoles y perpetuando el fraude secesionista. Sí, ese independentismo que calificó de obsoleto hace años.

Sorprende ver cómo a falta de treinta horas para verse obligados a convocar elecciones los dos partidos independentistas, que recordemos no tienen mayoría de votos, llegan a un acuerdo de investidura. El pacto alcanzado entre ambas formaciones garantiza la "estabilidad" del gobierno catalán y traza una hoja de ruta claramente centrada en la secesión. Un acuerdo con poco contenido, donde no podemos ver ni una sola medida que mejore la vida de los ciudadanos catalanes. Lo único que describe ese acuerdo es la incorporación de dos diputados de la CUP a la dinámica y debate del grupo de JxSí junto con un compromiso de estabilidad que obliga a los antisistema a no votar nunca con los partidos que no apuestan por la independencia. Un bloqueo en toda regla que hace insignificante a ese 51% de los catalanes que votó "NO" a la secesión. El resto de formaciones quedarán pues silenciadas en un parlamento donde reinará el egoísmo y la ambición fraudulenta de aquellos que piden democracia ejecutándola a la perfección. Cuando digo ejecutándola, me refiero a que la pisotean y asesinan sin piedad.

¿Alguien cree que ese pacto se ha alcanzado en el último minuto? La respuesta es no. El pacto llevaba ya tiempo sobre la mesa, pero era más divertido jugar con los catalanes para que los electores de la CUP percibieran el compromiso de no investir a Mas y luchar por sus ideales. Los antisistema han tardado pocos meses en seleccionar y apropiarse de la parte más podrida del sistema, aquella que hace que un partido deje de mirar por los ciudadanos y se centre en sus propios intereses.

La "salida" de Mas es vista por los afines a CDC como un triunfo de la democracia. Desgraciadamente, nada más lejos de la realidad. Con este gesto, Mas ha fomentado la gangrena de la democracia, pudriéndola por dentro pero sin síntomas aparentes de cara a los que la ven desde fuera. Ha nombrado a un nuevo candidato a dedo que no ha sido votado por nadie. El que se subió el sueldo en plena crisis, el que compró obras de arte y los cargó a la factura del agua, pero que conste que es el más independentista del lugar, y eso es lo único que importa. Comportamiento totalitario por parte de la CUP y Convergència, rociado con el caduco perfume independentista que huele bien pero es de mala calidad y no es duradero. No hay más que contar las citas electorales que ha tenido Cataluña en los últimos años, que no reflejan otra cosa más que la volatilidad del "procés", que cada día que pasa pierde más apoyos.

El objetivo es claro: se llama independencia. No preocupa la corrupción, la morosidad de la Generalitat con las farmacias catalanas ni la política social en Cataluña. Lo que realmente importa es la independencia, ya que cuando ésta llegue a término todo será coser y cantar. Según los independentistas, Cataluña será próspera cuando el resto de España deje de expoliarla, pero olvidan que hace poco Madrid inyectó una buena suma de millones para que la incompetente Generalitat hiciera frente a los pagos que tenía atrasados. Olvidan también que yo, como malagueño y español, tengo derecho a decidir sobre el futuro de mi país pues así lo refleja la Constitución. Olvidan que el Tribunal Constitucional declaró nulo el proyecto secesionista. Olvidan a ese 51% de catalanes que en unas elecciones calificadas por ellos mismos de plebiscitarias votó en contra de un fraude. Olvidan que Cataluña necesita políticos comprometidos con el bienestar de sus ciudadanos, políticos que no fomenten el odio y la fragmentación y que hagan política de verdad basada en buscar soluciones al paro y la corrupción. Cataluña necesita tolerancia y unión. Sin embargo, ahora y durante un tiempo nos toca ver al nuevo President ponerse un tutú y bailar una coreografía del agrado de unos pocos y llena de tropiezos y fallos por no estar bien preparada.

Para terminar, quiero recalcar lo que algunos entienden por democracia.

Se hacen llamar demócratas aquellos que sin mayoría suficiente en unas elecciones deciden iniciar un proceso que los catalanes han rechazado en las urnas. Se hacen llamar demócratas aquellos que silencian a un bloque opositor que quiere la estabilidad y mejora económica y social para Cataluña. Se hacen llamar demócratas aquellos que venden un acuerdo como in extremis, cuando estaba orquestado al milímetro desde un principio. Llaman democracia a no escuchar a los ciudadanos que piden a gritos soluciones reales.

Se llamaba democracia, y entre unos pocos la han matado.