Cosmopolitismo es política

Por Jorge Tanarro Colodrón

Tras leer la tribuna del 2 de Enero en El País escrita por Rafael Argullol y titulada “Provincianos y cosmopolitas” he necesitado sentarme tranquilamente a juntar palabras para aclarar mis ideas.

Leer el término “cosmopolitas” fue suficiente para ponerme a devorar el texto con entusiasmo. Siendo el nacionalismo la gran cuestión por resolver de la política española es interesante observar como el cosmopolitismo, siendo precisamente su opuesto, es la gran cuestión olvidada de la política española.

Pensando que el artículo hablaba de política, busqué profundidad a la metáfora del turista y el viajero… y lo cierto es que haberla, hayla.

Hay turistas de la política que se emplean a fondo en coleccionar eslóganes que poder repetir en reuniones de amigos o familiares, twitter, blogs, prensa o mítines, por pura vanidad y postureo; y hay también viajeros de la política que buscan el compromiso con el proyecto que defienden, en el que creen, y aceptan la vulnerabilidad que conlleva esa responsabilidad.

Rafael Argullol nos deja un párrafo para enmarcar: “El cosmopolita, al no soportar la excesiva claustrofobia de la identidad propia, busca en el espacio absorto de lo ajeno aquello que pueda enriquecer su origen y sus raíces. El hijo pródigo de la parábola bíblica encarna a la perfección ese anhelo: el conocimiento de los otros es finalmente el conocimiento de uno mismo. El cosmopolita quiere saber.”

Al leer este párrafo me sentí catapultado al cielo, confiando en atravesar las nubes de forma inminente para ver la luz en el desenlace del artículo… pero a partir de ese momento, cada palabra leída sólo ejercía la fuerza depresiva de la gravedad que me devolvía a la oscuridad y confusión en caída libre.

¿Pretende el autor exponer el valor de la diversidad de forma relativista? Lo que me llevaría a una cuestión aún más confusa ¿Pretende el autor identificar relativismo y cosmopolitismo?

El artículo propone a Xavier De Maistre como modelo de cosmopolita pero no menciona si él mismo se atribuyó esta convicción ni cómo asumió tal compromiso. Yo apelaría a Immanuel Kant para entender el cosmopolitismo. “El cosmopolita quiere saber” precisamente porque existe una verdad universal que descubrir. Una verdad universal que justifica unos derechos humanos universales. El cosmopolitismo es una convicción política.

La diversidad tiene valor para el cosmopolita, sin duda, por ser el mejor catalizador del saber. Pero no sólo la diversidad de culturas e idiomas, también la diversidad de intereses que empuja a algunos a dedicar su vida a la literatura y el estudio de las lenguas y a otros al estudio de la física cuántica o la genética. Por eso, me cuesta entender que un idioma común, lo más utilitario posible, sea un obstáculo para alcanzar este mismo objetivo, el saber, y deba ser condenado por todo buen cosmopolita.

Me confunde también que alguien que se considera cosmopolita aceptando el compromiso y la responsabilidad que tal convicción implica (siendo este alguien físico, biólogo o lo que quiera ser) pueda en realidad no serlo a ojos del autor; y me recuerda por simetría a aquello que repiten los nacionalistas para justificar su convicción y el compromiso que han elegido libre y conscientemente: aquello de que todos somos nacionalistas, de un tipo o de otro, aunque no nos demos cuenta y lo neguemos.
Parece que mientras algunos carecemos de la facultad de elegir nuestra propia convicción política, otros disfrutan de la de definir la convicción política del resto.

Me preocupa precisamente que el artículo pretenda amputar al cosmopolitismo su sentido político. Me preocupa su posible efecto y me preocupa la causa de tal pretensión. Me preocupa que consiga evitar que cualquier ciudadano se descubra cosmopolita no por viajero o turista (dicen de Immanuel Kant que nunca llegó a viajar más allá de 150Km de Königsberg, su ciudad natal) sino por haber elegido libre y conscientemente creer que los intereses han cambiado de particulares a generales, que todos merecemos compartir similares derechos y deberes y que por tanto el único colectivo merecedor de nuestra lealtad es la humanidad.

Me preocupa que se pretenda enterrar el sentido político del cosmopolitismo para abrir espacio a la defensa de un nacionalismo ‘cosmopolita’... muy viajero y nada provinciano, claro.