Crónica de un debate

Ballesteros/EFE

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Por Alejandro Pérez-Montaut Marti (@alejandropmm)

El pasado lunes tuvo lugar el debate que prometía ser decisivo de cara a unas elecciones generales históricas, en las que no sabremos con certeza lo que sucederá hasta que no finalice el escrutinio ese mismo día. Hablando en términos generales, el debate dejó muchos temas sin abordar y muchas propuestas sin defender por parte de cada uno de los candidatos. Los elevados datos de audiencia mostraron las ganas que tenemos los españoles de ver a nuestros políticos defendiendo sus proyectos para así otorgarles nuestro voto.

En este artículo, iré describiendo mis impresiones sobre cada uno de los candidatos.

Vimos a una Soraya Sáenz de Santamaría segura. Pese a la ausencia de Rajoy y los constantes ataques del resto de los candidatos a la gestión del Partido Popular, la vicepresidenta del gobierno supo defender su proyecto con tranquilidad y sin sobresaltos. Sus intervenciones sin embargo, se centraron demasiado en la ya oxidada "herencia de Zapatero". La vicepresidenta justificó los recortes llevados a cabo por su gobierno haciendo alusión a la pésima gestión del PSOE, insistiendo en que Mariano Rajoy evitó en su día un rescate que hubiera traído desastre a nuestro país. Una pena que Rajoy no asistiera para explicarnos sus habilidades de gobierno en primera persona.

Alegó también que España hoy crea empleo, pese a ser precario y temporal, pero según ella sólo así se logrará estabilidad y crecimiento económico. Supo salir airosa cuando se trató el tema de la corrupción en su partido, tarea cuanto menos difícil después de todos los titulares que se han publicado durante la legislatura.

Se notó la falta de espontaneidad al inicio de sus intervenciones, como si de un discurso se tratara, detalle que no tardó en corregir en el transcurso del debate, viniéndose arriba y dejando en buen lugar su oratoria.

La vicepresidenta es buena política, y no dejó en absoluto al PP en mal lugar, demostrando que en el gobierno es ella quien lleva la voz cantante.

Albert Rivera se mostró nervioso, demasiados movimientos delataban su inquietud. Rivera es el candidato que más presionado se debe encontrar, pues las últimas encuestas dibujan un panorama muy favorable para su partido. Sin embargo su nerviosismo se palió con sus propuestas. Pese a no ser el candidato que más tiempo habló, supo exponer y defender en cada bloque las intenciones que tiene su partido si llegase a la Moncloa. Rivera dejó clara su aspiración a encabezar un gran pacto por la educación, iniciativa que gusta a los españoles, puesto que en materia educativa la unidad es necesaria. De manera contundente echó por tierra la reforma institucional que ha llevado a cabo el PP en esta legislatura, aclarando que las instituciones españolas necesitan un análisis y una reforma más profundos. En materia antiterrorista Rivera mostró coherencia, defendiendo la colaboración con nuestros aliados y la necesidad de unidad frente al terrorismo.

El candidato de Ciudadanos evitó entrar en el juego del "y tú más", y pese a los nervios sus intervenciones fueron claras y concisas.

El candidato de Podemos, Pablo Iglesias, se centró demasiado en el ataque a los viejos partidos. Insistió demasiado en que "esto huele a remontada", dejando entrever el miedo que tiene a una posible debacle electoral. Su oratoria es magnífica, llevándole a veces a pecar de arrogante. "Tranquilizaos" decía, como si se encontrase domando bestias irracionales y sedientas de sangre. Durante su intervención para hablar de medidas antiterroristas, evitó dar explicaciones sobre su negativa a adherirse al pacto antiyihadista, negando en todo momento una posible intervención de España en Siria.

La política internacional no es tan simple y no se puede utilizar para lo que convenga. Nuestros aliados nos pueden pedir ayuda y nosotros tenemos la obligación de prestarles apoyo logístico. Pero Iglesias prefirió captar el voto del "no a la guerra" aún sabiendo que en un momento dado se vería obligado a enviar tropas si la comunidad internacional así lo solicitase. Debe tener cuidado, pues le podría acabar pasando como a Tsipras, que prometió acabar con los recortes, y sin embargo los presupuestos que ha aprobado recientemente su gobierno distan mucho de sus promesas pasadas.

Con un buen don de palabra, Pablo Iglesias supo consolidar a su electorado, pero la humildad también ha de estar entre las principales virtudes de un político.

Pedro Sánchez fue para mí el gran perdedor del encuentro. Fue el que menos tiempo intervino, pero no le hizo falta más, puesto que no tenía nada que aportar, sólo unas bonitas sonrisas. Por no saber no supo ni defender su proyecto de estado federalista, medida estrella del programa electoral del PSOE. Este párrafo está vacío, al igual que su participación.

Un debate muy intenso, en el que faltó tiempo y política. Confío en que los indecisos pudieran decidir ayer su voto, y animo a todos aquellos que aún lo están a que lean los programas electorales y comparen objetivamente, debatiendo cada uno consigo mismo.