"Cuando el cinismo se hace verbo, la ambición busca culpables"

Por Carmen Millán Cerceda

Me pregunto qué extraña propensión nos mueve a buscar culpables ajenos en nuestros propios y exclusivos desatinos. Qué especie de razón, exógena, puede descubrirse que explique y justifique el dislate cometido por acción u omisión propia. Desconozco qué resorte es el que se acciona para eludir, indefectiblemente, la responsabilidad en la que se incurre, como esa espesa capa de maquillaje que se aplica, pacientemente en el rostro, el villano para presentarse, cándidamente, como única víctima zaherida.

El descalabro de ABENGOA tiene para sus dirigentes dos presuntos “no inocentes”: el propio Gobierno y la Banca, pues afirma el gigante de las energías renovables que la modificación de la normativa reguladora de su objeto social le ha supuesto un grave perjuicio por el lucro cesante, amén de esa paulatina asfixia a la que sus acreedores bancarios le han ido sometiendo y que ha abocado a la Compañía a realizar, diligentemente, la comunicación del artículo 5 bis de la Ley Concursal, comúnmente denominado Preconcurso. No he podido evitar la carcajada interna.

Partiendo de lo que, es innegable, podría obedecer a una obvia deformación profesional y sin tener a la vista los documentos que pudieran avalar la tan voluntarista tesis mantenida por la empresa, establezco ahora el paralelismo que dinamita tal afirmación, pues en el caso de los abogados no ha sido Soria, sino Gallardón quien de dos derechazos directos a la mandíbula ha hecho saltar la dentadura de los despachos con sus famosas “Tasas por el ejercicio jurisdiccional”, imponiendo a la exigua economía del ya exprimido ciudadano un canon adicional respecto del pago de los Honorarios de defensa y representación procesal, que ha supuesto un ingente daño por ese “lucro cesante” a los profesionales del Derecho, al mermar el volumen de asuntos y convertirse, este de la Justicia, en un servicio público muy gravoso.

Por otro lado y siguiendo el mismo orden esgrimido por ABENGOA, los abogados, al igual que la mayoría de la generalidad, hemos de recurrir al capital de terceros para suplir, en la medida de lo posible, los retrasos e impagos, intentando financiar a duras penas el ejercicio de nuestra labor, de modo que las pólizas de crédito o préstamos concedidos para activo circulante han ido estrechando la soga, sometiéndonos, al igual que al Todopoderoso Padre de las Energías Renovables, a esa vertiginosa y angustiosa, por lenta, suspensión de la respiración que termina provocando el fallo en el resto de las funciones vitales. Obligándonos no ya a reinventarnos sino a luchar por subsistir, reajustando nuestros gastos para acomodarlos, razonablemente, a ese disminuido nivel de ingresos y sobre todo, a lo largo de estos dolorosos años, nos ha llevado a extremar la cautela en cuanto a nuevas inversiones que bien hubieran podido verse frustradas.

Ante tan incierto panorama, me pregunto ahora por qué ABENGOA, en Brasil, no tomó con más prudencia esa masiva instalación de plantas de biocombustibles en la que una inopinada caída en el precio del petróleo conllevaba el predecible, por forzoso, descalabro.

Ocurre así que a veces el sentido común es el menos común de todos y que, cegados por la avaricia y la ambición, nos creemos tocados por el dedo divino y cuando debido a un error de cálculo o una desafortunada decisión personal, tras el traspiés, damos de bruces en el suelo, tendemos a buscar al culpable de la zancadilla que, en nuestro caso, ya viene marcado: o el traidor ha sido un Gobierno de ineptos o lo ha sido la Banca y, en el peor de los casos, la diabólica sinergia de los dos.

Y yo, desde mi humilde condición de abogado de provincias que ha tenido que lidiar con las reformas legales que han debilitado mi despacho y con los bancos a los que, a fin de paliar la situación, me he visto en la necesidad de recurrir, vaticino que el Preconcurso instado lo ha sido, únicamente, para salvaguardarse de un posible concurso necesario, pues a la postre será voluntario, faltará luego determinar el carácter fortuito o culpable, pero me barrunto que, con la facilidad para encontrar responsables de actuaciones propias, ABENGOA será, andado el proceso, otra víctima más de nuestras nefastas circunstancias… Y ahí lo dejo.

“Es injusto que una generación se vea comprometida por la precedente. Hay que encontrar un medio que preserve a las venideras de la avaricia o inhabilidad de las presentes”.

(Napoleón Bonaparte)