Anemia liberal

Por Maria Luz Simón González

Tras leer la carta de mi admirado Pedro J del domingo, invocada de nuevo mi esencia hematológica al hablar de nuestra “anemia liberal”, no pude sino recoger el guante y valorar qué tipo de anemia podía ser ésta que nos afectaba, por eso de que cuanto más preciso sea un diagnóstico más adecuado será el tratamiento.

En el esquema de los tipos de anemias distinguimos básicamente cuatro:

1.- Déficit de nutrientes como el hierro

2.- Mala utilización del hierro por secuestro macrofágico

3.- Insuficiencia medular

4.- Hemólisis

La anemia liberal yo la enfocaría como un déficit de nutrientes. No sería por hemólisis (destrucción de glóbulos rojos) que cuadra más con una dictadura que destruye cualquier pensamiento que no es afín, ni por insuficiencia medular (en la médula ósea se forma la sangre) que resulta más propia de países con poca costumbre de pensar por sí mismos. Este es un país que hay quien ha dicho somos todos anarquistas, cada uno solo admite la ley propia como buena y no siempre. Ni sería un secuestro macrofágico, que podría cuadrar con la situación de Bruselas en estos días o la de España votando a Zapatero para no tener problemas con el terrorismo. Opino que nuestra particular anemia liberal tendría su origen en la falta de nutrientes pero, como suele ocurrir también con el hierro en nuestra sociedad actual, no tanto porque carezcamos de dicho hierro como por nuestra incapacidad de tomarlo con regularidad o consumirlo de forma correcta cuando se observa su déficit.

Hace años se decía que en España las mujeres y los niños (con mayor necesidad en relación a su ingesta total) tenían menos problema con el hierro que otros países, se apuntaba la idea de que fuera debido al consumo regular de vino en las comidas, y sí, los niños también tomaban una pequeña cantidad, y ese cocido con muchos garbanzos (la fuente de hierro más sana) y unos suspiros de carne y chorizo. Pero fuimos cambiando nuestras costumbres alimenticias con el mismo ritmo que el crecimiento del PIB y todo esto empezaron a ser historietas de abuelos. Y con el mismo ritmo se construyeron grandes centros comerciales para tener un gran techo al que mirar una vez abandonadas las iglesias. Y de no conocer el mar pasamos a viajar en cruceros de lujo. Y de tener que ahorrar para lo que pudiera pasar mañana pasamos a tener más deudas que sueldo.

Y un buen día, sin saber muy bien cómo, nos despertamos con unas bombas que rompían nuestros sueños y buscábamos culpables sobre los que depositar nuestra ira, asumiendo cualquier tesis que nos exculpara de responsabilidad y blandiendo las proclamas que no nos hicieran buscarla; necesitábamos recuperar nuestro mundo pero nuestro mundo se volvió reacio a acogernos de nuevo con el mismo cariño y nos vimos inmersos en algo que había quedado relegado al pasado, la pobreza como país, como individuos.

Habíamos perdido nuestra capacidad de crítica, nuestra huida del sectarismo, nuestra defensa de los individuos frente al poder de las banderas huecas o las siglas grandes de efímeras promesas, el liberalismo había sido abandonado por una sociedad que creía que no precisaba pensar más allá de cada cita electoral y casi ni eso. Hemos perdido mucho hierro y no sabemos cómo recuperarlo. Nos insisten en la importancia de un consumo sin grasas, rico en verduras, traduciendo vegetables por verduras en lugar de vegetales para incluir en el término a esos garbanzos que nos permitieron pasar el hambre de soslayo y evitar la falta de hierro en el pasado. Mi principal consejo como hematóloga, garbanzos sin grasas animales y para poder ensamblarlo con nuestra vida actual, recogiendo la costumbre de oriente medio del hummus, esa pasta de garbanzos y tahini (aceite de oliva y sésamo) que, además de aportar hierro a nuestro organismo, nos puede permitir esa frase que une a arabes y judíos:

Make hummus not war

Y quizá con un poco más de hierro, un poco más de conocimiento, y un poco más de responsabilidad sobre nuestra vida, sobre nuestro país podamos recuperar esta “anemia liberal”.