La hora de los infames

Por José María Arévalo Miguel

Todo cambió un 11 de septiembre del 2001. El gran enemigo de la cultura occidental, el islamismo, ataca ese día a EEUU que para ellos es "el gran satán", el referente de la cultura occidental, en uno de sus iconos como eran las Torres Gemelas del World Trade Center en Nueva York. En esos momentos poco más que los americanos supieron entender que les habían declarado la guerra, y que el mundo tendría que cambiar su concepto de guerra.

La distancia con Europa hizo que nada más derrumbarse las dos Torres y mientras la gran potencia mundial estaba aturdida, sin saber que estaba pasando, y rescatando a los supervivientes y los muertos de entre inmensas montañas de escombro y columnas de polvo, los progres europeos -el mayor partido que existe, según Hayek- comenzasen a decir que algo habrían hecho para merecer eso. Para ellos, era el merecido castigo al imperialismo y lo que sufrirían todos aquellos países que les acompañasen. Para las izquierdas de todos los partidos, los malos no serían los terroristas culpables de los asesinatos. Lo malos serían los responsables del contrataque a esa nueva declaración de guerra, que mantendrían "al mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush".

Después, para esa misma progresía patria, bien acomodada, multimillonaria, que odia a los americanos pero que hacen lo que sea para estar en EEUU, nuestro 11 de marzo sería el justo castigo a la intervención -humanitaria- tras la guerra en Irak. A las pocas horas del 11-M, desde ciertos medios progres, incluidos sus programas de deportes, se incitaba a las masas a cercar con todo el odio posible las sedes del partido en el gobierno. Algunos de sus más insignes iconos radiofónicos o televisivos hacían acto de presencia a la cabezas de las masas enfurecidas de odio frente a esas mismas sedes; inundaban los espacios, los certámenes de cine y cualquier taquilla, papelera o farola con las insidiosas pegatinas del ¡NO a la Guerra! Y todo para nada más llegar al poder dar la orden al ejército español de salir huyendo de Irak.

En enero de 2015 la cultura occidental, en Francia, volvió a sufrir un ataque terrorista islamista con asesinatos para acallar una revista de humor -mal humor para algunos-. A pesar de que muchos se pusieron la pegatina "Je Suis Charlie", al poco tiempo surtió efecto el atentado terrorista y acabo autocensurándose y cerrando la revista, hasta la nueva cabecera por el 13-N.

Ahora el 13 de noviembre, un nuevo acto de guerra terrorista islamista en Francia ha provocado que los mismos desempolven el titular de "El mundo en vilo" y la pegatina del ¡NO a la Guerra!, pero de nuevo, no culpando a los terroristas, sino contra los actos de defensa franceses. Algunos medios se han nutrido de programas lacrimógenos, con corresponsales multimillonarios cual homeless -con gorrito incluido-, los cuales durante su crónica, en la que repitiendo y repitiendo, en mala copia visual de "Territorio comanche", mostraban lastimeros, como si no hubiese culpables de la masacre, cualquier detalle: la rosa en el hueco del cristal, los mensajes tristes, las tiroteadas paredes, el poeta del momento… aparecía de soslayo la condena de los terroristas, y en ningún momento aparecía el derecho y la obligación a la respuesta del pueblo francés a ese acto de guerra terrorista. La respuesta del pueblo francés, que mostraban y pedían, a tan condenable masacre terrorista era… la tímida luz titubeante de unas pequeñas velas.

Pasados esos momentos en el mismo lugar de los atentados, el resto de progres comenzaban a soltar toda su bilis. Llegaba la hora de los infames comentarios. Pero nunca contra los terroristas. A las pocas horas, las izquierdas comienzan a disparar su odio contra la cultura occidental, culpando del atentado terrorista islámico a Occidente y señalando a Francia y a su presidente como los auténticos culpables de lo sucedido "porque nos metieron allí" (sic), o con casposas frases del 68: "Vuestras guerras, nuestros muertos". Al día siguiente los máximos dirigentes podemitas tras el minuto de silencio en la embajada de Francia llamaban "putos fachas" a todo al que escuchaban cantar la marsellesa en honor a los asesinados.

El tiempo está demostrando que los actos de guerra terroristas, además de combatirlos mediante la inteligencia nacional e internacional, también hay que combatirlos en su territorio. Aun así, tampoco se eliminará totalmente la probabilidad de que los perpetren. Pero por miles de muertos que provoquen, inmediatamente llegará la hora de los infames comentarios de los que piensan que los atentados terroristas islamistas no son sino lo que Occidente se ha buscado; y los terroristas que atentan contra la forma de vida occidental son poco menos que unas pobres gentes que se ven empujados a atentar contra el capitalista e infiel Occidente.