Francia malherida

Benoit Tessier/Reuters

Benoit Tessier/Reuters

Por Alejandro Pérez-Mountaut Marti

Francia amada, cruelmente azotada por el más impuro de los males. Por la peor de las sinrazones. Barbarie sin motivo, que se ceba con quien no lo merece.

Quizás porque mi niñez y adolescencia fueron forjadas entre los sólidos muros de la educación francesa, hoy siento un dolor lancinante. Mi segunda patria, cuna de muchas libertades e igualdades, ha sido oscurecida una vez más por el fanatismo religioso. La ciudad de la luz amanece hoy bajo la sombra del terror que siembran aquellos que no creen en la libertad. Una matanza sin sentido dirigida hacia personas que nada tienen en contra de quienes por el contrario, les profesan un profundo odio. Personas que como cualquier otro día, decidieron recorrer las calles de París sin saber que su más puro y preciado tesoro les iba a ser arrebatado sin autoridad.

¿Cómo la mente humana puede alcanzar semejante inmoralidad? Es una pregunta que me hago, no solo a raíz del terrible suceso de ayer, sino cada vez que veo las atrocidades que cometen algunos fanáticos en muchos rincones del planeta. Desgraciadamente, no hallo respuesta.

Francia querida, que no te dejas dominar por el pánico. Tus valores te hacen fuerte, la violencia acosadora no consigue arrodillarte.

Los corsarios del terror intentan desesperadamente tomar las calles de Occidente, sin ser conscientes de lo inútil de sus actos, puesto que el término de libertad está muy consolidado ya en nuestra avanzada sociedad.

Se me saltan las lágrimas al ver a una parte del pueblo francés salir de un estadio de fútbol entonando La Marseillaise después de esos momentos aterradores. El sentido de patria está muy presente en sus almas, haciendo que no pierdan jamás de vista los valores que les han permitido llegar a lo más alto en términos de libertades. La tolerancia, la fraternidad, el amor al prójimo, la moral, la solidaridad y el profundo sentido patriótico son sólo unos pocos de los valores intrínsecos que los franceses lucen orgullosos. Eso les hace grandes, lo digo por experiencia.

Estoy por tanto tranquilo, puesto que sé que el fanatismo y el miedo jamás podrá vencerles. Ante el terror, contestan con unidad haciendo ver al mundo que jamás serán sometidos en contra de su voluntad.

Francia de mi vida, que has amanecido ensombrecida por la nube de la amargura, no te preocupes, ya que tu malherido corazón no tardará en volver a latir con vigorosas y sonadas pulsaciones.

Francia idolatrada, que resurges de tus cenizas como el ave fénix. Pese a las constantes puñaladas y derribos, eres capaz de sanar tus heridas y responder alzando tus brazos, reivindicando la libertad y rechazando la violencia.

Hoy recuerdo a los ciudadanos que ayer perdieron su vida sin saber por qué. Recuerdo a todas esas mujeres, maridos, hijos, madres, padres y demás familiares y amigos que ayer perdieron una parte de su vida por culpa del fanatismo. Recuerdo este día con amargura, lamentando tener que hacerlo.

Francia enamorada de tu pueblo y tus valores, te mereces el amor del mundo entero.

Liberté, Égalité, Fraternité.