Orgullo de pertenencia

Por Manuel Baraza Alonso

Las personas decidimos formar parte o seguir formando parte de una organización cuando se da un equilibrio entre el valor entregado y el valor recibido de dicha organización. Ese intercambio de valor es la esencia de cualquier modelo relacional.

El valor es una percepción y, como tal, no es igual para todos los individuos; pero de modo general podemos afirmar que la naturaleza del valor puede ser material o inmaterial. Un ejemplo de lo primero es la fidelidad de un cliente a un comercio; un ejemplo de lo segundo es la vinculación a los colores de un equipo de fútbol.

No es fácil explicar una percepción de valor inmaterial, ni generalizarla dada su singularidad, pero puede decirse que es lo que podríamos llamar Orgullo de Pertenencia. Algo que hace sentir satisfacción por ser parte del colectivo, que genera compromiso de vinculación, que genera ilusión por un devenir conjunto, satisfacción por conocer y por defender los valores de una esencia.

Hay otras relaciones intermedias entre los ejemplos del comercio y el equipo de fútbol, donde pueden tener cabida tanto los intercambios de valor materiales como los inmateriales. Uno de esos tipos de relaciones son los que tienen lugar en las organizaciones de los partidos políticos.

Más allá de la leve transacción material que supone el pago de una cuota, un partido político sano en términos de su eficacia social y ética política es aquél en el que los afiliados están fidelizados por el Orgullo de Pertenencia. Si la unión pretende ser “garantizada por valores materiales” estaríamos ante una organización política enferma de ineficacia y potencialmente corrupta. Y, por supuesto y por ello, nociva para la sociedad y peligrosa para la democracia.

El decadente bipartidismo está enfermo por falta de orgullo de vinculación de los afiliados a dos organizaciones extraordinariamente viciadas por intercambios de valor material permanentes y, generalmente, inconfesables.

Los nuevos partidos tienen la gran oportunidad de transformar este modelo de organización política; llenándose, promoviendo, exigiendo que el único valor intercambiado sea Orgullo de Vinculación. De no ser así, su fracaso estaría tan asegurado como el resurgimiento del viejo bipartidismo redimido y fatalmente reforzado.