Estamos solos

Reuters/Albert Gea

Reuters/Albert Gea

Por Ana Maria Sainz Samitier

Estamos solos. Somos cientos de miles de catalanes los que no queremos la independencia, los que de una u otra manera queremos seguir siendo españoles, los que creemos que solamente trabajando juntos lograremos una España más tolerante, más plural y más justa, los que estamos convencidos de que ese esfuerzo vale la pena, que hay que intentarlo una y mil veces si es necesario, porque nunca es tarde para enmendar, para rectificar, para empezar de nuevo.

Estamos solos y somos mayoría, pero nadie nos ve, nadie nos escucha, nadie nos tiene en cuenta. El gobierno de la Generalitat hace mucho tiempo que dedica medios y esfuerzos para internacionalizar el "proces", para que Europa y el mundo sepan lo democráticos, pacíficos y estupendos que son y sin embargo no se preocupa en absoluto de lo que piensa más del cincuenta por ciento de la población catalana. Ha intentado negociar con Madrid y ha recorrido todas las cancillerías habidas y por haber para explicar la multitud de "agravios" que tienen que soportar y lo razonables que son sus aspiraciones. Pero con nosotros no habla, no dialoga, no negocia, se diría que vivimos en una realidad paralela y a todos los efectos no existimos, a todos los efectos no tenemos ni "govern" ni "president".

Todo sería menos dramático si tuviésemos "presidente", pero tampoco podemos contar con eso. Porque desde hace años ha obviado el problema que aquí se estaba fraguando, ha hecho dejación de la función fundamental para la que ha fue investido y que se resume en hacer política, en dialogar, negociar.

Así pues, somos muchos y estamos solos y por otra parte somos muy diferentes entre nosotros mismos, porque tenemos distintas formas de concebir el modelo económico social, porque tenemos distintas formas de sentirnos catalanes y españoles, porque representamos la pluralidad de cualquier sociedad democrática moderna. Tal es así que eso nos impide agruparnos en un bloque sólido y compacto como hacen ellos, los del sí. Una especie de escrúpulo de conciencia nos impide crear un frente para el "no" porque nuestra pluralidad esta por encima de ese " Bien Supremo"que a ellos les anima en su irracional huida hacia adelante.

Queremos vivir en paz, queremos que dejen de cruzarse acusaciones, agravios e insultos, porque a nosotros nos hieren en nuestra condición de doble pertenencia. Nos gustaría sentir cerca a tantos miles y miles de españoles que piensan como nosotros, que sienten preocupación por nuestros problemas y que no encuentran el cauce adecuado para expresarse, tal vez porque ninguno de nosotros lo hemos sabido construir.

Queremos, sobre todo, que se deje de utilizar el término" Catalunya" para designar sólo a una parte de ella, porque eso si nos deja definitivamente solos.