Ciudadanos, la brisca fresca que recorre España

EFE/Sergio Barrenechea

EFE/Sergio Barrenechea

Por Miguel Leopoldo

Cuando la razón de la sinrazón se aferra con sus blindados tentáculos a los cimientos de nuestra democracia. Cuando las ilícitas grietas, indiferentes, se abren camino por las pétreas columnas de nuestras instituciones. Cuando el sinsentido abandona sus campamentos provisionales y decide quedarse. Cuando todo esto ocurre, hay que hacer algo.

Debemos abrir los ojos, levantarnos, apartar las pesadas sábanas de la apatía y despertar de este sueño inducido, pues son muchos los gritos apagados que claman sin voz en este desierto. Llantos, vidas flageladas, invisibles varas de acero de partidos caducos, ceguera de monotonía y egoístas decisiones; surcos en nuestra piel de toro.
España se desangra, se debilita, finos cortes de los que mana democracia; sangre de tus venas. Codicia, mentiras, sonrisas y corbatas, años con actores que manejan los hilos de la corrupta danza: afilados cuchillos que sonríen mientras te sajan.
Culpa, desidia, negras heridas que se infectan. ¿Dónde está el cirujano? ¿Dónde las pinzas asépticas que arranquen las profundas espinas que se enquistan en tu vetusta carne?

Tus hijos lloran y piden pan; nadie descansa.

Una luz conciliadora se enfrenta al ocaso, surge del pueblo y la ilusión del cambio. Llama que reconforta, calor de ascuas, color de banderas naranjas, susurros en el viento: es la hora.

Adiós, aire malsano y ponzoñoso que impregnas las Cortes, huye, que llega el oxígeno a tus escaños. Salud para el futuro, pues éste ha llegado, todo es futuro, cada segundo que pasa.

La batalla ha comenzado, justicia y honradez. Hay tanto por hacer y tan pocas manos. Toca arremangarse y arrimar el hombro, entre todos será más fácil. Un último esfuerzo, CIUDADANOS.