Los rugidos lejanos del león ausente

Por Carmen Millán Cerceda

A veces la realidad supera a la ficción y ocurre que el absurdo, con frecuencia, no se inventa, simplemente sucede, pues no es posible que tamaño dislate pueda tener un único autor intelectual. Estoy disfrutando de mi gin & tonic, tras una comida relajada de las que por suerte aún podemos degustar durante los fines de semana. Es en esa plácida sobremesa cuando aprovecha la ocasión este joven, casposo y desmañado, para hacer al resto de los españoles partícipes del especial universo paralelo en el que se ha instalado: “Yo seré Presidente de Gobierno y dentro de dos meses los periódicos de todo el mundo hablarán del Vicepresidente político más joven y brillante de la Europa Occidental”, y en un alarde de osadía, dando así un paso más al frente o al abismo que depende de la perspectiva, nos vaticina que también postulará a Echenique como flamante Ministro de Ciencia.

Sonrío para mis adentros. Aquél fiero león antisistema, el visionario Mesías prometido de los oprimidos por el malvado padre Estado Capitalista, enardecedor de masas indignadas es, apenas hoy, un pobre gato callejero, desmadejado y pendenciero, la otrora desafiante mirada de la bestia se torna ahora huidiza, tímida… ausente. Las hordas que antaño auparon al Profeta se han convertido hoy, una vez más, pues nada nuevo hay bajo el sol, en las sombras que pueblan la cada vez menos concurrida Plaza de La Grève, mientras algunos románticos, habrá de concederles con generosidad, esperan la Coronación del más monstruoso y patético de los pretendientes heréticos a Sumo Papa de los Idiotas. Es el enaltecimiento del Elegido en tan dantesca comitiva.

Pienso en la realidad, en la de la mayoría, y es inevitable el paralelismo que establezco entre esa postura, a la vista está, cada vez más impostada de la utopía comunista – amparando el atávico y descarnado radicalismo, corrosivo, recalcitrante y supurante de un negro y amargo rencor – que la Historia se ha encargado de declarar, está abocada al mayor y más estrepitoso de todos los fracasos y la que, por otro lado, mantenemos gran parte de los españoles, lacerados por esta cruenta crisis que nos ha dejado sin nada, menos sin el hambre de superarnos, de seguir en la lucha diaria, no de leones, sino de hormigas, de continuar con ese ritual que da inicio a una hora temprana, cuando el sonido del despertador taladra la oscuridad, desgarrando así las entrañas de cada amanecer y nuevamente volvemos al trabajo heroico, por silente y abnegado, de recomponer esta quebrantada y paulatinamente más invertebrada España nuestra. Defraudados pero esperanzados y postulando el esfuerzo, única renta universal, para el anhelado bienestar común.

Y es entonces cuando nuevamente percibimos, en la soledad del silencio de nuestra propia conciencia, el eco de los rugidos. Esos rugidos lejanos, los del león ausente.

“El vicio inherente al capitalismo es el desigual reparto de bienes.

La virtud inherente al comunismo es el equitativo reparto de miseria.”

(W. Churchill)