El discurso del rey

EFE/J.L. Cereijido

EFE/J.L. Cereijido

Por Guillermo de Miguel Amieva

El discurso del rey en los premios Princesa de Asturias ha logrado despertar la vieja esperanza de que un representante público de este pais, además de percibir intelectualmente la necesidad de vertebrarnos como la gran nación que hemos sido, llegue a expresarlo con determinación, convicción y sentimiento.

Y es que el discurso del Rey del otro día brota de un discurso interior mantenido durante años de formación intelectual, desde el que sabe medir nuestro presente en función de un diagnóstico que cualquier historiador suscribiría: España sólo ha sido grande cuando se ha unido en torno a un proyecto común. El Rey lo sabe —Fernando el Católico y Felipe V también—, pero nuestros políticos parecen ignorarlo.

Y en este caso, no cabe decir que en el país de los ciegos el tuerto sea el rey. No. Felipe VI tiene los ojos abiertos. Conoce el pasado, mantiene el pulso del presente, y sabe qué debemos hacer para alcanzar el futuro. La monarquía se ha renovado mientras la clase política le va a la zaga. La monarquía demuestra rigor intelectual mientras nuestro parlamento se llena de vaciedad intelectual. La monarquía demuestra sentido del compromiso mientras nuestros políticos logran titulares subrayados por la corrupción pública. El Rey parece un hombre sólidamente construido a lo largo del tiempo, mientras nuestra clase política se viste con oropel y apariencia. Entre dos discursos, el del Rey deviene prédica con trigo. Los otros no.