España invertebrada

Hulton Archive/Getty Images

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Por César Sampedro Sánchez

España invertebrada es una de las obras cumbre de Ortega y Gasset escrita en 1922. Cobra este ensayo actualidad y relevancia ante los debates secesionistas que desde hace unos años y particularmente desde Cataluña azotan España. Las Diadas de los últimos años, fiestas de todos los catalanes, mezcladas desde el interés institucional con el debate independentista, supusieron el prender de la mecha. Sin embargo, es este un sentimiento que se ha ido larvando en buena parte en la sociedad catalana desde hace años, en buena parte en las escuelas, en los medios públicos y en los actos cultuales subvencionados por la Generalitat que tuvieron como paroxismo el seminario del pasado año “España contra Cataluña”.

Tres siglos de agresión política y económica, nada menos, se expone desde una parte de la historiografía nacionalista, desde Felipe V a Franco. Recuerdo como un profesor de la Facultad me comentaba que un compañero de la Universidad de Lleida (ahora rector de la misma) había tenido un problema con unas subvenciones de la Generalitat, al principio muy generosa porque creyeron que se trataba de un seminario sobre el archiduque Carlos de Austria, pero después muy recelosa al saber que el rey sobre el que se pretendía estudiar en el seminario era el borbón Carlos III.

Algunos de estos problemas ya fueron analizados casi de forma profética (Ortega habla del particularismo catalán y del vizcaíno) en la España Invertebrada de los años veinte: “Unos cuantos hombres, movidos por codicias económicas, por soberbias personales, por envidias más o menos privadas, van ejecutando deliberadamente esta faena de despedazamiento nacional, que sin ellos y su caprichosa labor no existiría”. Y es que efectivamente, la labor de desafecto de Cataluña hacia el resto de España ha sido una larga tarea realizada desde las élites políticas catalanas, más que desde una sociedad amable, tolerante e integradora. A Oriol Junqueras y a Mas les interesaba crear este ambiente de desafecto debido a sus proyectos políticos personales, sobre todo por salvar el fracasado gobierno de Mas.

El error desde el Gobierno central ha sido en estos años imponer un proyecto unitarista al tiempo que mantenía una actitud de indiferencia ante el problema simbolizado por el gobierno de Rajoy. Como Ortega, tampoco somos partidarios de los planteamientos unitarios o centralistas: “Tengo la impresión de que el “unitarismo” que hasta ahora se ha opuesto a catalanistas y bizcaitarras, es un producto de cabezas catalanas y vizcaínas nativamente incapaces –hablo en general y respeto todas las individualidades- para comprender la historia de España”.

Consumados los hechos del secesionismo, plebiscitos y elecciones que se tratan como tales, pensamos que es tiempo de superar la “conllevanza” orteguiana. Ortega aconsejaba a quienes sienten la realidad nacionalista como problema, desde uno u otro lado, que era mejor en todo caso “conllevar el problema”. Dos planteamientos se abren aquí, el uno recentralizador, con el que no estamos de acuerdo, y otro planteamiento federal, falto tal vez de un desarrollo político, que sofoque las ansias y desmonte al tiempo las patrañas de los secesionistas que prometen una falsa mejora del bienestar a sus ciudadanos bajo la fórmula del independentismo.