Cervantes y Harvard

Por Íñigo Val Eguren, profesor del colegio Purísima Concepción en Logroño.

El área de Boston-Cambridge (Massachusetts) ha sido considerada tradicionalmente como la Atenas de América. Hace dos años, el Instituto Cervantes firmó un acuerdo de cooperación con la Universidad de Harvard (un observatorio de la lengua y cultura hispánicas en EEUU). Es un paso en la buena dirección. Poco después, RTVE realizó un breve documental, Harvard con C, de Cervantes, que se retransmitió en Informe Semanal. En el reportaje hubo un par de detalles que me llamaron mucho la atención y que muestran la inconveniencia de idealizar a las personas o a las instituciones.

No hay duda, Harvard está en la elite universitaria, Harvard es top -como diría Mourinho-, pero es humana. En la grabación se mostraban imágenes de algunas clases de español y de una especie de asamblea de alumnos hispanos que después de cenar se reunían para charlar en el colegio mayor. Me quedé petrificado al oír a uno de ellos decir: "Los más latinos que haiga, lo más probable…" para defender el argumento de que si hay un presidente negro, sería normal que dado el elevado número de hispanos, termine por haber un presidente de ese origen. No contento con el primer maltrato al verbo haber, el muchacho repitió el "haiga" unos segundos más tarde. Pensé que ahí "hay tajo".

Constantemente oímos que el futuro de nuestra lengua pasa por América –de eso no hay duda-, pero probablemente no se hila fino cuando se trata de conocer cómo se relacionan con su lengua materna los hispanohablantes que viven en la sociedad norteamericana. La relativamente porosa frontera de los EEUU y México es, en el caso del idioma, un lugar idílico para filólogos y lingüistas. Para España, esa frontera es muy importante y en ese sentido, la colaboración del Cervantes con Harvard debería ser la primera de muchas otras similares.

Es un lugar común que la lengua española es nuestro petróleo, una materia prima que debemos cuidar y explotar. Esta empresa cultural podrá tener éxito a condición de que se respete la realidad, no se inflen las cifras, se preste mucha atención a la demografía y no se dé por hecho que la creciente población hispana de EEUU convertirá inexorablemente aquel país en uno bilingüe.

No por casualidad las puertas de entrada a EEUU históricamente han significado un cementerio de lenguas. Las características de los emigrantes hispanos (que a diferencia de los alemanes, irlandeses o polacos de tiempos pasados hablan la misma lengua, poseen unos rasgos culturales relativamente comunes y pueden comunicarse más fácilmente con los países de origen) significan un reto enorme para los norteamericanos anglos.

Este hecho asustaba al propio Samuel P. Huntington, que en su libro ¿Quiénes somos? (Paidós, 2004) desarrolla estas ideas. Actualmente, emigración y español son casi una misma cosa en EEUU. El papa Francisco, hispanoamericano, recordó en el Capitolio que la mayoría de los habitantes del Nuevo Continente llegaron al continente desde otras partes del mundo.

El filósofo Julián Marías repetía incansablemente que América no se puede entender sin España y que esta no puede ser entendida sin aquella. Proponía que la "España europea" se convirtiese en la "plaza mayor" del mundo hispánico. Hoy, ese lugar quizá lo ocupa Miami. Sea de una manera u otra, en el limes del río Bravo, la zona de contacto entre la esfera hispana y la anglosajona, se juega parte del futuro del español y nosotros, por supuesto, no nos lo podemos perder. EL ESPAÑOL puede ser un periódico hispanoamericano y, como no, euroamericano o ameuropeo.